Echo & The Bunnymen – Madrid (La Riviera 26-9-23)

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No se colgó el cartel de aforo completo en la visita de los de Liverpool a la capital. En los bares aledaños a la rivera del Manzanares no hubo aglomeración para pedir cerveza, y diez minutos antes del inicio, las primeras filas eran accesibles aún y durante el concierto no hubo apenas apreturas en la zona. La circulación hacia las barras era fluida y mucho más el transito en las filas intermedias. Ambiente a medio gas que se trasladó al escenario… o viceversa, porque la dupla formada por los dos únicos miembros que quedan de la banda: Ian McCulloch y Will Sergeant, tampoco fueron un derroche de entusiasmo, aunque sí de eficiencia… sobre todo el segundo, en su versión funcionarial eso sí, versátil en la guitarra solista que sonó impoluta toda la noche, mientras el primero, justo de voz, se esforzó con ella con desiguales resultados.

Sin hablarse ni mirarse, no lo hacen desde hace tiempo, los protagonistas dieron sensación de desgana… y ¡eso que comenzaron con tres de sus clásicos de su primer disco “Crocodile” (Korova 1980)!: “Going Up”, “Rescue” y “All that jazz”, este último con McCulloch preguntando al público si quería bailar, obteniendo respuesta poco convincente entre el mismo. Se celebró “Seven Seas”, pero no con el entusiasmo esperado, pero se animó algo más la sala, tanto los de arriba como los de abajo, con el medley “Nothing Last Forever/Walk on the Wild Side”. Como reconocido admirador de Lou Reed y la Velvet. las pintas y la pose de su líder, de negro y con las gafas de sol ayudaron… y llegó “Killing Moon”, y solo alrededor del que esto escribe, aparecieron no menos de quince móviles grabando en video con su círculo ‘on’ en rojo y así… fue difícil que la emotiva canción cumpliera con su conmovedora función. La tendrán eso sí en la red desde diferentes puntos de vista y mismo sonido horrible.

Con “The Cutter” y McCulloch luchando en los tonos altos se despidieron cuando apenas había transcurrido una hora, para aparecer enseguida en tono festivo “Lips like sugar”, volverse a ir y reaparecer cuando no se les esperaba, para una más, la taciturna “Ocean Rain” para, entre ida y venidas completar los reglamentarios noventa minutos. No fue un mal concierto, porque el repertorio, repleto de magníficas canciones de sus discos de los ochenta, fue incontestable, y el sonido bueno, sobre todo de guitarra y teclados, pero… no dejará huella por su burocrática falta de emoción.

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