En los últimos años a mí personalmente me ha resultado muchísimo más fácil darme de bruces con un disco de blues rock que con uno de blues puro. Ya sabemos que la música evoluciona, se mezcla, se bastardiza y a partir de estos procesos, los melómanos podemos disfrutar a veces de cosas “nuevas” que reutilizan elementos anteriores en combinaciones nunca antes vistas. Algo que, por otra parte, es la única manera de que la música popular avance y no se estanque. Así que no me soprende que cada vez sean más los músicos que se dedican a ese blues bastardo porque de hecho no es nada nuevo tampoco.
Dudley Taft tampoco es un recién llegado, aunque debo reconocer que yo personalmente no conocía al músico tejano. Bien entrado ya en la cincuentena, Taft posee una larga discografía en solitario que alcanza la decena de referencias (incluyendo un par de directos). En su larga andadura figura un grupo junto a Trey Anastasio de Phish y, tras mudarse a Seattle, bandas como Sweet Water o Second Coming, grupos con los que llegó a actuar junto a Monster Magnet o Alice in Chains entre otros. Posteriormente se adentró en el blues clásico y lo que podemos escuchar en sus discos actualmente es la evolución lógica de estas variadas influencias.
Como daba a entender en el párrafo de introducción, “Guitar Kingdom” es una obra que podíamos describir como adscrita al blues rock (tal vez debería decir “blues hard rock”), aunque también debo decir que se sale un poco de lo que estamos acostumbrados de otros artistas a los que podemos encuadrar dentro de la misma etiqueta. Porque si bien otros músicos suelen resultar hasta cierto punto previsibles, la mezcla que nos entrega Dudley Taft en estas once canciones es bastante original y además funciona. Lo que podemos escuchar en “Guitar Kingdom” no es ni más ni menos que la síntesis de los sonidos que el autor ha ido practicando a lo largo de su carrera, y el resultado es un álbum que además de interesante y bien construido, sorprende al oyente, que en pocas escuchas se descubre tarareando mentalmente cortes como “Get Stoned”, “Old School Rocking”, “A Quitter Never Wins” o “I Want More (Wild Young Days)” por citar algunos.
Por si no ha quedado claro finalizaré este escrito diciendo que a mí “Guitar Kingdom” me ha gustado bastante, a riesgo de que la reseñe acabe sonando como a trabajo de escolar. Y es que no se me ocurre mejor forma de acabar que poniendo eso por escrito, porque muchas veces nos perdemos entre críticas con frases tan rimbombantes como vacías de significado que parecen tener como destino más que alguien las cite en las redes sociales que aclarar al lector los pormenores de la obra de turno. Así que ahí queda eso.