Con su tercer largo, este “Echo Palace” editado hace ahora algo menos de un mes, los neerlandeses Iguana Death Cult han entregado un trabajo en el que estiran su sonido para alcanzar nuevas cotas que no habíamos escuchado en los dos previos. Aquello de renovarse o morir, ya saben.
Y es que “Echo Palace” ciertamente es un álbum que trasciende las fronteras del garage para convertir el sonido de Iguana Death Cult en algo más rico y de difícil clasificación estilística (y que me aspen si el inicio de “Paper Straws” no tiene un parecido lejano con el de “Rocket Queen”); pero no es menos cierto que hay cierto toque deliciosamente low-fi a lo largo de todos los surcos del nuevo trabajo de los neerlandeses que deja bien claro dónde están las raíces de la banda.
Tal vez sea la locura que nos trajo la pandemia (parece que el álbum se creó en el escenario inmediatamente posterior a que el covid llevase a la humanidad a vivir aquella especie de distopía cinematográfica), pero impregna toda la obra de los de Rotterdam también cierta sensación de urgencia lunática que detalles como el saxo de Benjamin Herman no hacen sino acentuar. Son casi cuarenta minutos que transmiten groove, paranoia y atmósferas desquiciantes a partes iguales; todo desde una base que probablemente siga siendo garage rock, pero que se envuelve con arreglos y sonidos que lo convierten en algo más amable y por momentos casi hasta bailable.
Y tal vez también todo lo que haya dicho así a primera vista no tenga mucho sentido pero aún así despierte vuestra curiosidad y os decidáis a pegarle una escucha al disco -aunque solo sea por esa inopinada referencia a Guns N’ Roses-; entonces os pregunto: ¿no es acaso esa la función de las reseñas de discos?