Creo que no voy a decir nada que pueda pillar a nadie de sorpresa, pero me sorprende que cada vez que leo algo relacionado con la crisis del vinilo por el aumento de los costes de producción y la escasez de la materia prima o por el aumento también de las ventas del formato LP en los últimos años, nadie haya sido capaz de señalar otro factor como es la irrupción de Discogs, plataforma que se ha convertido de facto en la autoridad que fija el valor de los discos y por tanto de los precios (aunque no fue el primer marketplace dedicado específicamente a la música: podríamos decir que GEMM.com fue su precursor). A fin de cuentas, Discogs pone en contacto a compradores y vendedores de todo el mundo, lo que da acceso virtualmente a todas las ediciones que podamos imaginar (siempre que estemos dispuestos a pagar el precio, claro), además de permitirnos de una manera más o menos fácil llevar un inventario de nuestra colección que incluso podemos consultar gracias a su app cuando nos encontremos en alguna tienda y no recordemos si tenemos tal o cual obra. E incluso nos muestra una valoración económica de todos nuestros discos basada en los precios de venta. Todo parecen ventajas, ¿verdad?
Lo cierto es que a día de hoy la gran mayoría de los vendedores, dentro o fuera de Discogs, profesionales o aficionados, utilizan la plataforma como orientación a la hora de asignar un precio a las copias que ponen a la venta. Tendremos suerte si el que vende tiene un poco de idea y mete en la ecuación variables como el estado de conservación o incluso que haya sabido buscar el valor de la misma edición que obra en su poder. Lo que nadie tiene en cuenta es el sobrecoste que los vendedores repercuten al comprador para compensar la comisión de Discogs. Y eso ocurre, como confiesan desde la propia plataforma: esta semana desde Discogs se ha enviado un correo redactado en perfecto castellano que, bajo el asunto de “Cómo afecta la nueva comisión de venta a compradores como tú”, dice que el aumento de su comisión de un 8% a un 9% que va a tener lugar el próximo 22 de mayo, “a ti, que eres un comprador muy preciado, esto no te afecta directamente. Sin embargo, es probable que veas a algunos vendedores cambiar el precio de sus artículos para compensar la subida“.
Entiendo que Discogs cuenta con una infraestructura y unos trabajadores que representan una importante inversión que hay que mantener, pero no deja de resultar paradójico que buena parte del valor añadido de Discogs es el que le aportan sus propios usuarios, que son los que se encargan de crear las entradas en la base de datos para cada edición de los discos y que incluso ejercen de “policía” de la plataforma. Y en este punto quiero relatar aunque sea brevemente aquella vez que por despiste creé una entrada para una edición que ya existía de un single y, tras detectarse mi error, un simpático usuario decidió revisar todas las entradas que había creado anteriormente y se afanó en sacar pegas A TODAS. Huelga decir que la mañana que empecé a recibir notificaciones en mi correo me faltó tiempo para mandarle a tomar por culo a aquel imbécil y que no retoqué ni una puta coma. Acabé dándole la razón a Ian F. Svenonius, que si no recuerdo mal echaba pestes del funcionamiento de algo tan aparentemente democrático y de servicio público como es la Wikipedia…
También es verdad que culpar a Discogs enteramente de todos los males del mercado del disco de vinilo sería injusto porque solo es uno entre varios factores que influyen en que en los últimos tiempos se hayan incrementado -en algunos casos exponencialmente- los precios. Desde luego que Discogs no tiene ninguna culpa en que haya algunos “flipaos” que estén vendiendo TODOS sus discos por precios por encima (y en algunos casos muy por encima) de los 100 euros, como he visto últimamente. “¡Más gilipollas será el que los compre!” diréis, pero como a veces solo hace falta que haya un espabilado para que otros se vayan “contagiando”… pues eso.
Pero también tenemos que reconocer lo que tiene de bueno Discogs, como por ejemplo que prohíba la venta de esas copias piratas de bajo coste que han inundado el mercado en los últimos años, algo que por ejemplo sitios como Todocolección se pasan por el arco del triunfo (y esto lo digo con conocimiento de causa porque una vez denuncié en la plataforma que había un vendedor que tenía decenas de ediciones piratas a la venta SIN ACLARARLO en la descripción de los anuncios y el caso que me hicieron y ninguno es el mismo; de hecho ese vendedor sigue activo hoy en día y sigue sin anunciar claramente que lo que vende no son discos oficiales).
Creo que una cosa está clara: estamos pagando de más. Y una cuestión es que, como he oído muchas veces de un tiempo a esta parte, haya gente que siga pensando que los discos tienen que costar el equivalente en euros de lo que costaban hace 30 años, justo antes de que el CD pasase a ser el formato hegemónico, que para los más jóvenes aclararemos que sería de entre unos 9 y 12 euros. Pero desde luego que un disco como el que tengo puesto ahora mismo en mi plato, la más reciente reedición en triple LP de “The Number of the Beast”, estuviese a unos 80 euros cuando salió a la venta hace algún tiempo, no es ni mucho menos de recibo (lo compré de rebajas, amigos, no soy millonario). Creo que definitivamente hay mucho margen de mejora.