Si lo pienso no hace tanto tiempo, pero la verdad es que parece toda una vida. Aunque también es cierto que la percepción del tiempo cambia para cada persona e incluso para cada etapa de la vida de uno mismo, pero supongo que para alguien que está más cerca de los cincuenta que de los cuarenta hablar de ocho o diez años no debería de sonar tan lejano. Creo que el parón de la pandemia contribuye a que todo parezca mucho más lejano, como perteneciente a otra existencia, así que no es raro que aquellos años en los que asistía a uno o dos conciertos por semana como mínimo (creo que mi máximo estuvo en cinco shows en siete días) se me antojen tan distantes.
La vida cambia y con ella también las circunstancias personales. Y sé que alguno estará tentado de decir que me volví un adulto aburrido de repente; que no se preocupe, lo consultaré con mi colección de figuras de Super7 a ver qué opinan ellas. El caso es que mi vida es muy diferente de aquella que me permitía trasnochar varias noches por semana y a la vez rendir en mi trabajo al día siguiente, aparte de escribir las reseñas correspondientes para publicarlas en no más de 48 horas y además mantener todo el tinglado este en el que me estáis leyendo ahora mismo y que no sé por cuánto tiempo más podré/querré mantener.
Supongo que puede decirse que he sido un “rockero militante”, yendo a conciertos y regalando mi tiempo a la causa desde esta web. Y no ha sido poco tiempo de mi vida el que le he dedicado, debo añadir. Si bien es cierto que lo he hecho porque he querido y nunca he pedido ni me he colgado ninguna medalla, también tengo que decir que el mundo del rock es muy ingrato y está lleno de gente tan desagradecida que he acabado muy asqueado. En los tres lustros largos que me llevo dedicando a esto he visto cosas muy feas y he sido objeto de algunas, así que ya os digo que se os quite de la cabeza esa pueril idea de que en el mundo del rock existe la solidaridad universal y somos todos parte de una gran hermandad porque nada más lejos de la realidad. Y aquello de apoyar la escena solo se lo creen los de los grupos cuando tienen concierto ellos.
En los últimos tiempos estamos asistiendo además a un fenómeno que probablemente siempre ha existido, pero que con el auge de las redes sociales está cobrando una amplificación que realmente me empieza a resulta molesto. No voy a entrar a valorar lo superficial que me parece confiar tu imagen externa a una serie de fotografías y comentarios que solo buscan la aprobación de los demás (y cuantos más mejor). Ni siquiera voy a comentar lo triste que me parece que haya gente que dedique gran parte de su tiempo a proyectar cierta idea de sí mismos que refuerza lo que creen positivo mientras oculta lo negativo o ignora lo más mundano (siempre y cuando crea que no sirve para su beneficio, claro). Lo que sí quiero comentar es que cada vez más habitualmente hay personas que quieren venderte que han estado en el mejor concierto de la historia a la vez que mostrar su desdén hacia los que no han ido. Que vete tú a saber si los que no han ido tienen problemas personales, familiares, sufren algún tipo de problema médico o simplemente no se sienten motivados por razones que solo a ellos les incumben. Es como si tuvieran que hacer méritos para ser considerados rockeros de verdad, mientras que el resto son solo domingueros que van a los conciertos de los grupos de moda. Y por supuesto que de todo hay, pero igual que lo ha habido toda la vida. Como la gente que va a un concierto para pasarse toda la velada hablando sin hacer ni puto caso a los que están sobre el escenario; o los que su preocupación máxima es sacarse un puto selfie en el que se vea bien de fondo al artista de turno; o los que tienen permanentemente el móvil en la mano porque sus followers merecen el mejor reportaje gráfico; o los que van porque creen que hay que estar allí, aunque no se hayan comprado un disco del grupo antes y probablemente no lo vayan a hacer tampoco después, pero podrán decir que estuvieron allí. ¿Es necesario que siga?
Durante años vi decenas de conciertos de todo tipo. Algunas veces acompañado y muchas otras solo. Algunos sublimes, otros mediocres y algunos también terriblemente malos. Y envidio la energía (y el pelazo) que tenía entonces. Ahora selecciono muchísimo lo que voy a ir a ver simplemente porque no puedo mantener ese ritmo. Ya me gustaría… Sé también que no soy un caso único, aunque afortunadamente para grupos y promotores igualmente se da el caso contrario. Pero tenemos que asumirlo: el público del rock va envejeciendo y “mi generación no es la salvación”. Ahora, que si alguien cree que merezco que me despojen de mi carné de rockero que rellene la instancia correspondiente.