Suele decirse que el segundo disco de toda banda suele ser un momento trascendental en su trayectoria, ya que a menudo los músicos se enfrentan a la difícil tarea de componer una serie de canciones para las que -normalmente al menos- no han tenido el mismo tiempo para desarrollar y pulir en directo como para su opera prima.
Desconozco la presión que hayan podido soportar los barceloneses The Grassland Sinners para la creación del sucesor de “Let It Ride”, su debut de 2017, aunque por lo escuchado en este “Goin’ Fat”, no parece que el grupo se haya encogido ni amilanado ante el envite.
“Goin’ Fat” puede ser visto como la evolución lógica de aquel, aunque sin desmerecer en absoluto aquel primer esfuerzo, está claro que ahora el grupo ha entrado en una senda mucho más interesante por la riqueza estilística de la propuesta.
Arropados por una serie de colaboradores de lujo que incluye a Santi Campillo (M-Clan), Dani Nel·lo (Los Rebeldes, Los Mambo Jambo), David Gnaposs (Jarabe de Palo) o Héctor Martín (A Contra Blues), The Grassland Sinners han partido de su rock de inspiración más bien sureña y bluesy para ir acumulando en su maleta otro tipo de sonidos hermanos que tal vez se encontraran de manera incipiente en su debut, pero que aquí se desarrollan hasta conseguir una obra diversa en cuanto a inspiración pero sólida como una roca en cuanto a resultado. No creo exagerar si menciono a cierta pareja de hermanos de Atlanta o a cosas como Screaming Cheetah Wheelies a la hora de comparar estas canciones. Pero hay más..
…y es que el quinteto se mueve como pez en el agua y con decisión por terrenos más souleros, funkies (mencionaremos “Being Me”, con una magistral intervención de Dani Nel·lo) o incluso de inspiración sixtie (quizás el ejemplo más claro de esto último sea “Statues”), lo que da a esta oncena de canciones -trece contando los dos bonus tracks incluidos, versiones diferentes de dos de las canciones- una riqueza de sabores que en conjunto consigue elevar a este álbum a terrenos al alcance de pocos en estos momentos.
Y lo mejor de todo es que, a pesar de lo que se pueda extraer de lo que digo, “Goin’ Fat” es un disco que suena compacto y sin fisuras: no estamos ante una mera sucesión de canciones, sino que las pistas cuentan con una cohesión que hace que la reproducción fluya con total naturalidad y que la experiencia sonora resulte de lo más satisfactoria.
Con todo lo dicho, la simple idea de destacar alguno de los cortes resulta complicada, al menos para alguien poco dado a esas cosas como servidor. Así que esa tarea te la dejaré a ti que estás leyendo esto, porque estoy seguro de que lo que vas a hacer en cuanto cierres esta pestaña de tu navegador es ir directo a comprarte “Goin’ Fat”. Ya me lo agradecerás en otro momento.