Antes de empezar debo confesar mi casi total desconocimiento de la carrera de Fozzy: salvo que su vocalista, Chris Jericho, fue luchador de wrestling y que mantuvo hace un par de años una agria polémica con Sebastian Bach, poco más conozco de este grupo que, dicho sea de paso, tampoco me ha impresionado en exceso con este “Boombox” publicado a primeros de mayo.
Y ya que me estoy sincerando, debo decir también que el mencionado Jericho me cae gordo. No me cabe ninguna duda de que el tipo debe de creer firmemente en lo que está haciendo al frente de este grupo y en su labor como vocalista (en la polémica a la que hacía alusión antes llegó a retar al nombrado Sebastian Bach a un duelo de voces; y no es que el ex de Skid Row me caiga especialmente bien, pero creo que pronunciar tal desafío es de un temerario que roza la ignorancia), pero no puedo dejar de pensar que tal vez este grupo haya llegado a algo gracias a su popularidad como luchador (¿la tuvo? Eso también lo desconozco).
Reconozco que sí, tengo prejuicios, pero en este arranque de sinceridad extrema que me ha entrado también debo decir que gran parte del metal que se hace hoy en día me parece pura basura (creo que estoy oyendo a alguien por el fondo llamarme ‘pollavieja’ o alguna de esas palabritas de moda procedentes del inglés). Y “Boombox” me temo que lo meto en ese gran saco (de mierda), pero no por mi aversión hacia el personaje (que por otra parte seguro que es una bellísima persona), sino PORQUE NO ME GUSTA. Ni un poquito.
En estos tiempos de redes sociales, supuesta democratización de la información y del conocimiento (¡ja!) y exposición pública y voluntaria de la propia intimidad y las miserias personales, parece por mi parte un poco arriesgado escribir este tipo de crítica: todos los tarados e indignaditos que sean fans del grupo me puto odiarán y se explayarán a gusto citando a gran parte de mi árbol genealógico. Y mientras no lleguemos a las manos eso está bien, supongo, pero como pretendía sugerir antes, soy un antiguo de cojones (todavía uso el correo electrónico, fíjese usted) y entiendo la labor de la crítica discográfica como un ejercicio subjetivo por definición, pero sobre todo sincero.
También creo que hay que intentar ser justo, señalar lo positivo para dar una visión más cercana a la realidad antes que manufacturar una crítica que cargue las tintas en los aspectos más flojos (o viceversa). Y creo que en los últimos años pocos redactores se atreven a decir ciertas cosas por miedo a que se les echen encima o porque saben que su trabajo hoy en día está mucho más expuesto a la fiscalización de cualquiera, incluyendo los propios artistas. El resultado es que cada vez con más frecuencia nos encontramos con discos imprescindibles sin los que resulta imposible vivir, conciertos del siglo que -obviamente- te has perdido por idiota y arderás en el infierno por ello, o con nuevos artistas que podrían competir de tú a tú con cualquier banda histórica que les echen a la cara. Disculpen, pero no me lo creo.
¿Y qué tiene todo esto que ver con Fozzy y “Boombox”?, se preguntará más de uno. Pues probablemente nada y probablemente todo. La cuestión aquí es que estamos hablando de un disco de metal actual inclinado hacia lo comercial con estribillos coreables, bases programadas, canciones bastante digeribles,… ¡cojones! ¡Si es que hasta han incluido una prescindible versión del jodido “Relax” de Frankie Goes to Hollywood!
Y ojo, que no estoy diciendo que la música comercial no pueda ser también de calidad, pero encuentro en Fozzy pocos elementos que me hagan pensar que estamos ante un grupo con un sonido propio y reconocible. Para mí son iguales que otros cientos de bandas que pululan por el mundo. ¿Se hace fácil la escucha? Sí, no es un disco de esos que inciten a parar la reproducción desesperadamente después de un rato. Pero… ¿aportan algo? ¿Tienen algún rasgo diferencial? No para mí. Y entiendo que puedan tener su público, pero a mí esto me parece música de consumo rápido y más rápido olvido.
Hay que reconocer, eso sí, que a lo largo de la docena de canciones nos encontramos con dos o tres momentos con gancho, pero para mí son totalmente insuficientes. ¡Ah! Y por mucha voz que haya perdido el bueno de Baz en los últimos años, creo que todavía se merienda al de la ciudad bíblica de las murallas…