Resulta complicado afrontar un nuevo álbum de Diamonds Dogs a estas alturas, cuando hace años que servidor perdió bastante el interés en cada nueva obra discográfica que lanzaban los de Sulo y The Duke of Honk. Pero no es menos cierto que a pesar de que la formación de la banda hace lustros que dejó de contar con miembros con el suficiente carisma como para hacerle sombra al vocalista, en directo el grupo siempre ha funcionado a la perfección.
Desde ese punto de vista, que la banda decidiese dejarlo fue una mala noticia. Afortunadamente Sulo recapacitó y ha vuelto a reunir al que probablemente siempre será el grupo de su vida, por muchos otros proyectos que haya querido poner en marcha a lo largo de los años. Que su vuelta al mercado discográfico vaya a ser con un disco doble (se edita el próximo enero de 2022), ya es otra cuestión.
El tiempo en barbecho no se ha notado en el sonido de unos Diamond Dogs que ya hace mucho que escoraron hacia los terrenos del glam y dejaron un poco de lado ese rock and roll más clásico y canalla de sus inicios. Y eso es lo que podemos encontrar aquí, un disco de glam rock setentero que tiene más en común con Slade que con Faces. Personalmente prefiero su primera etapa, aunque conozco fans a los que les encanta también esa segunda era del grupo sueco. Lo que no quiere decir que me disguste por completo todo lo que hicieron después de que fueran abandonando el grupo músicos como Stevie Klasson o Boba Fett.
El caso es que poner en circulación un álbum de nada menos que veinticuatro canciones es una maniobra un tanto arriesgada, por mucho que los pocos fans que le puedan quedar a la banda hayamos podido echar mucho de menos al grupo. A mí el disco se me acaba indigestando un poco. Es obvio que el minutaje no beneficia, pero tampoco ayuda que en algún que otro tema la inspiración sea demasiado evidente, no sé si me explico…
Sea como sea, la experiencia global acaba lastrada por una duración como digo a todas luces desmesurada. Y eso no quiere decir que no haya grandes canciones en “Slap Bang Blue Rendezvous” (habría que ser muy torpe para no colar algunos temas con gancho entre dos docenas), pero mi sensación es que estamos ante un disco aburrido. Prueba de ello es que en prácticamente todas las vueltas que le he dado (y han sido muchas), me ha costado horrores llegar al final.
Puede que el productor Tomas Skogsberg haya calificado “Slap Bang Blue Rendezvous” como su obra maestra (su “White Album”, para más señas), pero no puedo dejar de pensar en que me podrán gustar más o menos, pero hasta la fecha no me había aburrido un disco de Diamond Dogs. Entiendo que probablemente la banda no quería dejar de lado una cantidad ingente de nuevo material, pero es labor de un productor ayudar a la banda a pulir su obra, y tal vez Skogsberg podía haber recomendado a Sulo y sus chicos un disco un poco más comedido en cuanto a duración y el lanzamiento más adelante de un EP con el material sobrante.
“Slap Bang Blue Rendezvous” no es un disco malo, solo excesivamente largo.