Justo unos pocos días antes de la llegada del mes vacacional por excelencia se editaba “Parabellum”, el (si no me equivoco con las cuentas) vigésimo segundo álbum de estudio de la bestia sueca de las seis cuerdas Yngwie Malmsteen.
El virtuoso ha colado aquí una decena de canciones que se acercan a la hora de duración y entre las que predominan los instrumentales. Nada nuevo bajo el sol y nada que sorprenda a sus seguidores. Si acaso tal vez esa portada que, sinceramente, le da un aspecto poco serio a la obra.
Lo que sí sorprende, al menos al que esto suscribe, es que con los años Malmsteen parece volverse cada vez más “tozudo” en lo que a su sonido se refiere. Y con esto quiero decir que en lugar de editar discos más comedidos, en este “Parabellum” debemos sufrir toda una serie de alardes de corremástil que acaban resultando tediosos, repetitivos y por momentos completamente enervantes.
Tengo que reconocerlo: no soy un gran fan de este tipo. Pero estoy seguro de que tenerlos los tiene (fans me refiero), así que imagino que alguien encontrará este “Parabellum” aprovechable. Para mí una pérdida de casi una hora de mi vida en cada escucha.