La cantidad de medios digitales que están cerrando en cascada en los últimos tiempos comienza a resultar una tendencia bastante preocupante. Preocupante porque se está cerrando una vía de comunicación que es vital sobre todo para los pequeños grupos, las pequeñas discográficas o los promotores a pequeña escala. La escena más underground, en una palabra, aunque a día de hoy cabe preguntarse si no está el rock casi en su totalidad a un nivel subterráneo. Es también una señal de que el modelo de negocio en internet no funciona.
Podría pensarse que la pandemia está en el origen de todos los males, pero eso no es del todo correcto: lo cierto es que la pandemia está haciendo mucho daño en todos los aspectos y a todos los actores del mundo de la música (obviamente a algunos más que a otros, como los que sí viven exclusivamente de ello), pero creo que en la mayoría de los casos solo está sacando a la superficie o agudizando problemas estructurales que ya estaban ahí presentes desde hace tiempo.
En relación a los medios digitales independientes, por lo que he ido leyendo en los últimos años cada vez que alguno cae, los problemas son casi siempre los mismos: problemas de financiación, problemas de falta de personal -a menudo la mayoría del esfuerzo recae en un núcleo pequeño de personas o directamente en una sola-, cansancio,… No sé si es el caso de otros, pero en el mío personal y por extensión en Rock and Roll Army, la tiranía de las redes sociales es algo contra lo que intentamos rebelarnos, pero es una lucha muy desigual. Hay que hacer concesiones, pero yo me niego a pasar por ciertos aros. Es una especie de ostracismo autoimpuesto supongo, pero es que creo que esa dinámica de comportamiento que parece estar imponiéndose de “como no te veo en las redes no te tengo presente”, o “como no le das a ‘me gusta’ a mis posts yo no le doy a los tuyos”, empieza a resultar nociva para las propias relaciones interpersonales y desemboca en comportamientos harto infantiles.
Las redes han destapado otro problema, y es que algunos se dedican a promocionar en sus perfiles sus novedades sin tener en cuenta a los medios -o a algunos medios, que tantos años en el negocio me han enseñado que las envidias y las vendettas también existen-. Pero independientemente de que la gente prefiera informarse directamente de la fuente original -léase como digo perfiles oficiales en las redes sociales-, lo que hace verdadero daño es esa cultura del todo gratis que ya resulta imposible de revertir. Y esto no es algo exclusivo de los medios pequeños; las grandes cabeceras se están viendo también empujadas poco a poco a la indigencia.
No quiero culpabilizar a nadie, al fin y al cabo la tendencia va en un único sentido y las redes sociales han conseguido secuestrar de tal manera a sus usuarios que todo lo que ocurra fuera de ellas apenas tiene sentido y/o interés. Pero sí que creo que todos debemos revisar nuestra conciencia si no queremos que lo que nos gusta pase de irrelevante a inexistente. Y eso pasa por leer y apoyar a los medios pequeños como si de grupos se tratase, incluyendo la apuesta decidida por invertir económicamente en ellos comprando publicidad o colaborando con nuestra pluma. Porque igual que a los músicos no les gusta tocar por una cerveza, a mí no me gusta regalar mis contenidos -que en mi caso concreto me gustaría recordar que escribo robándole tiempo a mis ratos de ocio-, para recibir en el mejor de los casos el desprecio de algún lector oligofrénico. Unas palabras de aliento de vez en cuando no vendrían mal.
Me gustaría pensar que es cuestión de aguantar el tirón, que dentro de un tiempo los medios que sobrevivan vivirán una especie de nueva era dorada, pero como de natural soy pesimista lo único que veo es que lentamente van desapareciendo voces que no representan la “corriente principal”, que de alguna manera se oponen -o complementan si se prefiere- a la oferta de las multinacionales, que es la única que tiene algo de presencia en los grandes medios de comunicación. Y el día que el último medio verdaderamente independiente se vea abocado al cierre supongo que muchos llorarán su pérdida, aunque realmente no hayan hecho demasiado por evitar que eso ocurra. Cuando eso suceda id a pedirle cuentas a Zuckerberg.