Este mes de mayo será el último en el que podamos encontrar Rockdelux en nuestros
quioscos. La veterana publicación musical (tres décadas y media y casi cuatrocientos números desde su fundación) ha sucumbido a la crisis del coronavirus, pero las razones son de mayor profundidad.
No podemos decir que Rockdelux fuera una de nuestras publicaciones de cabecera ni remotamente. Así que lo más fácil para nosotros sería hacer leña del árbol caído (estamos seguros de que más de uno aprovechará para hacerlo), pero aparte de que sería muy poco elegante, debo decir que por aquí lamentamos profundamente la desaparición de un medio musical que ha sido un referente y cuyo hueco nos parece complicado de rellenar. No nos alegramos, ni mucho menos: esto significa que cada vez va a haber menos voces divergentes con la “cultura” de masas, con lo que eso conlleva.
En cualquier caso, Rockdelux se despide dejando varias incógnitas en el aire. La primera y más obvia es como decimos quién va a ocupar su lugar, pero tampoco debemos dejar aparte lo que explican en su editorial de despedida: por un lado que sin ingresos suficientes para un medio modesto es imposible mantener un proyecto como este; por otra parte, que el modelo de internet también resulta inviable a día de hoy.
Independientemente de que algunos de sus dardos vayan dirigidos a medios como el nuestro, estamos esencialmente de acuerdo con lo que los responsables de la revista exponen. Nosotros hemos hablado del tema largo y tendido a lo largo de los años, así que no vamos a profundizar en ese debate en estos momentos. Pero sí nos gustaría hablar de un párrafo en concreto, que es el siguiente:
“¿Y el maravilloso mundo de lo digital, se preguntarán algunos? Si antes hablábamos de precariedad, en el vasto mundo de la red esta se ensancha y aumenta: una revista digital, ahora mismo, únicamente es viable subrayando una vuelta a ese amateurismo no remunerado contra el que siempre hemos luchado”
Efectivamente esto es así salvo para tal vez tres o cuatro “gurús” que se dedican a sangrar a las bandas con precios desorbitados por inserción de contenidos publicitarios. Claro que la ganancia va por barrios, ya que se nutren además de colaboradores que reciben muy poca remuneración o directamente ninguna.
Probablemente muchos os estéis planteando que nosotros somos los menos indicados para hablar de esto. Y puede que así sea, pero como yo personalmente siempre suelo decir, qué más quisiera yo que generar las suficientes ganancias como para permitirme pagar a los colaboradores; aquí nadie gana dinero e incluso algunos lo perdemos.
Pero volviendo al asunto, es cierto que la situación acaba desembocando en cierto amateurismo porque no mucha gente está dispuesta a colaborar por amor al arte. ¿Es esto negativo per se? Pues habrá casos y casos, pero a nosotros la situación nos recuerda más a la de los fanzines: no todo tiene por qué ser malo y estoy seguro de que se están haciendo cosas buenas. Pero también hay que decir que desde luego no es la situación ideal.
No nos corresponde a nosotros juzgar nuestro valor y nuestra calidad, pero estas reflexiones nos traen a la cabeza otro editorial que hace unos años publicó el director de Efeeme. En ese artículo, alguien que probablemente se pasó al medio digital por necesidad -las cuentas no saldrían- y no por convicción, venía a decir que había muchos medios digitales y que no pasaba nada porque algunos desaparecieran ya que la mayoría no aportaba mucho. Supongo que alguien que cuenta frecuentemente con campañas publicitarias de entidades públicas y de multinacionales se puede permitir decir ese tipo de cosas, pero queda muy feo que a la vez se haga el digno contando batallitas sobre que jamás ha vendido una portada.
En fin, que sí, la situación es bastante insostenible, pero nosotros hemos gritado ya tantas veces “lobo” que nos tememos que cuando vayamos cayendo más medios -y me da igual que sean impresos o digitales- nadie nos va a hacer caso.