Ghostemane – Madrid (La Riviera 1-3-2020)

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El universo underground se movilizó el pasado domingo, primer día del funesto mes de los idus para Julio César, en torno a la cita de uno de los personajes más irreverentemente oscuro que el universo alternativo ha dado desde hace tiempo.

La expectación por ver a Ghostemane en su segunda venida a la geografía patria era grande, todo lo grande que puede ser en esas aguas, sobre todo después de haber acabado su debut en la piel de toro, y más concretamente en la capital del reino, de la forma que se desarrolló en aquel momento, con el artista y su troupe al completo pasando un rato largo en la comisaria.

Parece ser que a Whitey le ha servido aquella experiencia, además de para plasmarla en uno de sus temas, que por cierto sonó esa noche, en medir un poco más sus excesos, al menos de cara a la galería.

De cualquier manera, la larga cola de pre y post adolescentes, amén de algún que otro talludito seguidor, se congregaba a las puertas de La Riviera hacía presagiar que la liturgia no iba a decepcionar a nadie.

Cierto es que el estilo de Whitey, a grandes rasgos, podría ser etiquetado de trap metal, pero eso, quizás, sería no hacer demasiada justicia a Ghostemane, sobre todo teniendo en cuenta que la amalgama de estilos y, sobre todo de recursos, expande el abanico hacia mucho mas allá. Como muestra, la sesión de precalentamiento que nos ofreció ParvO, a la sazón componente de la banda y socio de Whitey, a modo de aperitivo introductorio a la velada. En ella se pudo vislumbrar lo que iba a acontecer minutos más tarde.

Constantes cambios, sin necesaria conexión estilistica o rítmica en ellos, retazos de temas, y una mezcla de fragmentos de composiciones propias y ajenas mostrada de manera directa, por momentos demasiado, y visceral, que pivotaban entre el metal, el hardcore, los sonidos oscuros, los samples de exitosos temas del nu-metal y el tecno mas brutal y maximalista.

Tras los más de tres cuartos de hora en los que ParvO caldeó el ambiente pasándose algo de frenada con los horarios marcados, con un público totalmente entregado y expectante, hizo acto de presencia, entre tinieblas, el sumo sacerdote. Los allí reunidos, totalmente enardecidos, le recibieron con gran algarabía, a lo cual Ghostemane respondió con una entrega absoluta desde el primer minuto.

Visceralidad y teatralidad a raudales sobre las tablas de La Riviera que hacían surgir los circle pits en platea, y el sudor que se desprendía impregnaba el ambiente, como sumándose a la oscura estetica de luces centelleantes, niebla y oscuridad que Ghostemane había pergeñado en el escenario.

Sin parar de moverse iba desgranando temas, desde el trap más académico, pasando por el hip hop, el metal, el double speech y muchos duelos y quebrantos para ilustrar el repaso que dio a su discografía, que prácticamente diseccionó de cabo a rabo.

Al público pareció no importarle la falta de cohesión, los interminables parones y las idas y venidas de Whitey y sus acólitos, a pesar de que el concierto en sí careciera de continuidad y semejara una sucesión caótica de temas, sin conexión aparente entre ellos, con abruptos parones y cortes en el ritmo, siempre dejando in albis a oyente.

Nada que extrañar cuando muchos de los temas de Ghostemane son de apenas veinte o cuarenta segundos de duración, y que quizás los más extensos rocen el par de minutos o los tres a lo sumo.

Estaba claro que eso no le importaba lo más minimo a los que allí se habían congregado. Es más, esa sensación de visceralidad caótica parecia llevarles al éxtasis, quizás alcanzado colectivamente el clímax cuando , avisando de que iba a tocar un tema antiguo, “Nails” comenzó a resonar en la sala.

Para cuando después de cuarenta minutos Ghostemane decidiera dejar el escenario, no sin antes abandonar guitarra y bajo produciendo infinitos acoples, el público se dedicó a hacer exhibiciones de habilidades dentro de un circle pit improvisado en el que los espontáneos mostraban sus coreografías, preparadas con mayor o menor tino, y que hizo llevaderos los mas de diez minutos que Whitey y los suyos se tomaron por descanso hasta que reaparecieron, eso sí, fugazmente, para ofrecer un par, o más, eso nunca se sabe a ciencia cierta, de temas antes de abandonar definitivamente las tablas de La Riviera, incitando, eso también, al carpe diem, aseverando que quién sabe cuando vuelva de nuevo por estos lares, con un quizás nunca de por medio.

Una catarsis postadolescente colectiva que sirvió para certificar que el interés por Ghostemane crece matemáticamente, quién sabe si exponencialmente, y los rostros, sudorosos, mostraban a las claras la merecida recompensa por asistir al akelarre de su ídolo, que certifica que es alguien a tener muy en cuenta, aunque sea dentro del, por el momento, universo underground.

ParvO
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Ghostemane
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