A medida que el rock n’ roll se va viendo relegado a los márgenes de la repercusión
popular y que su relevancia va disminuyendo a marchas forzadas, hablar del concepto
de “banda de culto” parece casi una redundancia. Diría que hasta el contenido del
término está siendo despojado hasta de cualquier tipo de significado: dado que el
rock es cada vez más una manifestación eminentemente underground, podría decirse que
salvo los cuatro ejemplos de siempre capaces de llenar estadios -otra cosa es el tipo
de público con el que los llenan-, prácticamente todas las bandas son pasto ahora de
un consumo minirotario; aunque en muchos casos ese consumo sea lo suficientemente
ferovoroso como para poder adjudicarles la etiqueta.
Pero si hay un grupo que debiera lucir ese calificativo de “banda de culto”, para mí
esos son sin duda The Hangmen. Y no solo porque a lo largo de su carrera -en la que
no entraremos ahora porque ya hablamos de ella brevemente hace algún tiempo-, se den muchos de los ingredientes que encontramos en las biografías de muchos de esos grupos a los que se les adjudica la mencionada categoría oficiosa, sino también porque a pesar de seguir lanzando nuevo material con cierta regularidad y de poseer en sus vitrinas algunos de los mejores discos del rock subterráneo de las últimas décadas, The Hangmen siguen instalados en ese estatus algo difuso que hay entre banda de renombre capaz de llenar salas de mediano aforo y conjunto decididamente destinado a las salas minúsculas.
Su último esfuerzo es este “Cactusville” que anima al oyente familiarizado con su
carrera a exclamar aquello de “lo han vuelto a hacer”. Porque, si bien es verdad que
se necesitan dos o tres escuchas para ir pillándole la gracia al asunto, no es menos
cierto que estas nueve canciones acaban resultando adictivas. Y poco importa que el
álbum tenga dos partes claramente diferenciadas del álbum, con los primeros cinco
temas en clave rock y los cuatro restantes en una onda más cercana al country y la
música de raíces, porque incluso aquellos a los que el tema redneck les resulte más
ajeno, convendrán que “Black Boots” o “Don’t Count Me Out” o “Don’t Look Back” son
canciones enormes. Aunque, por si acaso, la banda ha decidido separar ambos bloques.
Sin embargo, está claro que Bryan Small siempre ha tenido querencia por este tipo de
sonidos, así que no debería sorprender en demasía que se haya decantado por estos
derroteros para prácticamente la mitad del álbum.
Por lo demás y volviendo al principio del disco, The Hangmen siguen manufacturando
cortes de ese rock con cierto punto melancólico que, por momentos, les acercan a la
etapa de madurez de Social Distortion por ejemplo (tal vez no sea casual que Mike
Ness produjera a los de Bryan Small hace algunos lustros aquel “In the City”). Y me
resulta difícil seleccionar alguno de estos cinco cortes que llevo escuchando
obsesivamente los últimos días, porque desde el tema título que abre el largo, hasta
esa burrada (por lo bueno) que es “Death Valley”, para mí no hay desperdicio. No hay
necesidad de dejar fuera por lo tanto “Lookin’ for Blood”, esa “Man In Black’s Hand”
que es el nuevo single y cuyo video rinde homenaje a la figura de Johnny Cash o
“Nobody’s Girl”.
“Cactusville” se convierte, en definitiva, en otro gran disco que sumar a la
discografía de estos titanes, aunque parezca que casi nadie se dé por enterado.
The Hangmen estarán girando por nuestro país durante la segunda mitad de este mes de
marzo:
Lunes 23 de marzo de 2020: Liérganes, Los Picos
Martes 24 de marzo de 2020: A Coruña, Forum Celtium
Jueves 26 de marzo de 2020: Madrid, Wurlitzer Ballroom
Viernes 27 de marzo de 2020: Castellón, Japan Rock
Sábado 28 de marzo de 2020: Benidorm, Fuzzville Festival
Domingo 29 de marzo de 2020: Granada, Lemon Rock
Martes 31 de marzo de 2020: Sevilla, Sala X
Miércoles 1 de abril de 2020: Valladolid, Porta Caeli
Jueves 2 de abril de 2020: Arrasate, Gaztetxea
Viernes 3 de abril de 2020: Burgos, Sohho
Sábado 4 de abril de 2020: Pamplona, Fonrock Festival
Domingo 5 de abril de 2020: Barcelona, Rocksound