La historia del rock -y del metal por extensión-, pero también de cualquiera de los géneros de la música popular que queramos revisar está llena de divisiones. No son pocas las bandas que se han segregado, la mayoría de ellas fruto de luchas espúreas en su seno una vez alcanzado -o simplemente rozado con los dedos- el olimpo.
Como suele ocurrir en la mayor parte de los casos, salvo en contadas excepciones, ninguna de las escisiones logra recuperar el cetro perdido, y he aquí que nos encontremos mayoritariamente que reclamen cada uno por su parte su derecho de entronización, acabando por revivir en una especie de duplicado los momentos estelares de la trayectoria en común, cuando las facciones formaban un todo perfectamente engrasado.
El pasado sábado, en la capital del reino, la mitad más mediática de lo que en su día fue Sepultura, aunque ahora el nombre lo ostente la otra mitad, esa banda que estuvo sentada en el trono del metal allá por la mitad de la última década del siglo pasado y que fue crucial en la evolución del género, celebraba el aniversario de publicación de una de sus más notorias obras discográficas, “Beneath The Remains“, que les hizo catapultarse definitivamente fuera de la órbita patria para comenzar a labrar su reinado global. Aprovechaban la ocasión para repasar también “Arise“, siguiente entrega, que consolidó a los cariocas como merecidos aspirantes al cetro del metal.
Max e Iggor Cavalera, después de haber enterrado el hacha de guerra, se presentaban para llevar a cabo el citado homenaje, acompañados de Healing Magic, a la sazón la banda capitaneada por uno de los vástagos de Max, de igual nombre que su tío, que abrieron la velada en una sala Mitty Cats totalmente abarrotada
Insistió Igor Jr. en que eran una banda de los estados juntos de América quizás intentando marcar distancias con la alargada sombra de su familia, y el trío se empeñó en calar en la audiencia en torno a su thrash metal de medios tiempos, pesado como un aldabonazo y deudor quizás en exceso de los sonidos que su progenitor pergeñaba lustros ha, aunque barnizados ligeramente con un aire de contemporaneidad.
Su tralla dio resultado en las primeras filas, pero la mayor parte de los allí reunidos estaban más pendientes de la aparición de su padre y su tío para que la catarsis colectiva les hiciera entrar en el modo regresión que todos o casi todos esperaban alcanzar.
Su completa inmersión en la penumbra tampoco ayudó demasiado a la tarea, aunque ejercieron dignamente su labor, dejando la atmósfera preparada para el momento cumbre de la noche.
Cuando vislumbramos, entre la poca y penosa luz que iluminó la velada el resto de la noche, a los hermanos Cavalera, la sala se tornó en una vorágine de movimiento y algarabía que no cesó hasta el último suspiro del concierto.
Fieles a la filosofía de la gira, los hermanos Cavalera entregaron principalmente temas de los álbumes homenajeados, aunque no faltaron los momentos para otros devaneos, incluyendo un celebrado “Refuse/Resist” ampliamente coreado por los presentes, o la sempiterna versión del “Orgasmatron” de Motörhead
Con Max mostrando un bajo estado de forma que apenas le permitía moverse sobre las tablas y alzar sus brazos enviando raciones de descargas telepáticas a las primeras filas, algo que suplió con altas dosis de oficio, con su voz que rozaba el aprobado y con ese magnetismo que aún conserva casi intacto, aunque por momentos pareciera Robert de Niro en la segunda mitad de Toro Salvaje, fueron desgranando temas que hoy en día son verdaderos himnos, y que así fueron recibidos por el público.
Sabedor de ello, Max se dosificó a lo largo de la noche, llegando el minutaje final a la hora y cuarto larga cuando los Cavalera, ambos al frente del escenario, se despidieron efusivamente del público, no sin antes decir a los cuatro vientos “somos los verdaderos Sepultura“, toda una declaración de intenciones, por si no había quedado claro.
El trono del metal pesa demasiado.
Max Cavalera pagó alto el precio de abandonarlo dejando a un lado a la banda que le aupó a ese puesto, quizás pensando que los hados le serían más propicios en solitario, pero por más que se haya empeñado en recuperarlo, no deja de ser una tarea ciclópea que semeja ser poco probable que vuelva a tener a su alcance. Mientras tanto nosotros podremos seguir disfrutando de tener a unos escasos palmos de distancia a dos de las figuras más representativas del género tocando las canciones que les hicieron grandes. No creo que se pueda pedir más.