Ana Popovic – Madrid (Shoko 24-3-2019)

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Hay cosas que no por menos obvias son más evidentes. Aunar destreza instrumental con la capacidad de facturar buenos temas y saber transmitir ese no sé qué, que es lo más importante y que normalmente se denomina emoción, al menos de este lado del charco, nunca ha sido garantía de éxito.

Otra cosa es lo que ocurre en los estados juntos de América, donde, a pesar de las múltiples imperfecciones y contradiciones que atesora ese vasto territorio, el talento está valorado como debería ser en un muy alto porcentaje.

Ana Popovic es una buena muestra. Su destreza y sus composiciones son lo que le han valido para salir a flote en medio de un océano de instrumentistas de las seis cuerdas.

Aparentemente lo que hace le resulta muy sencillo, ya que apenas se despeina cuando lo hace. Aparentemente, aunque no sea así, porque Ana Popovic tiene esa capacidad para exprimir las cuerdas de su guitarra y hacernos sentir escalofríos no pocas veces, y esto es algo reservado solamente a aquellos que estan por encima de la media.

Cuando el domingo pasado un numeroso grupo de seguidores se dieron cita en la sala Shoko para ver las evoluciones de una de las más consideradas damas de la escena guitarrística, que escora su impresionante dominio hacia el blues, con momentos de blues rock y funk entreverados con mucho tino en sus composiciones, sabían que se iban a encontrar con un recital de blues en sus más variadas encarnaciones, a cargo de una tremenda artista, aunque no sea demasiado conocida por estos lares fuera de la escena bluesera.

Arropada por una enorme banda que demostró tanto poseer un enorme dominio de sus instrumentos como la capacidad de mantenerse en su papel de perfectos escuderos, Popovic marcó la diferencia desde el momento en el que pasadas las nueve apareció sobre las tablas de la sala Shoko.

Cercana y amable, pero sin perder su posición sobre las tablas, Ana Popovic demostró el por qué de su status dentro del mundo de las seis cuerdas y cómo lo pone a disposición de sus composiciones, sin abusar de su tremendo dominio con la guitarra, huyendo de histrionismos y ejercicios de autocomplacencia tan habituales en los magos de las seis cuerdas.

Un repertorio compensado en el que mezcló blues de raíz, rock, funk, shuffle y bluegrass para que en ningún momento la velada sufriera ningún bajón y la hora y media de actuación pasara apenas sin darse cuenta, y cuando tras una estupenda versión de “Crosstown Traffic” abandonó las tablas, el público asistente insistió para que Popovic volviera a salir para ofrecer un par de temas más para dar por finalizado definitivamente el concierto, y salir al poco tiempo a firmar autógrafos y dejarse fotografiar con todo aquel que se lo pidió.

Si alguna pega podemos poner, por ponernos puntillosos, fue quizás que la voz de Ana Popovic no pudo superar el volumen de los instrumentos en no pocas partes de la noche, lo cual no impidió que los allí congregados pasaran una estupenda velada, donde disfrutaron de una artista total.

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