Uncle Sal – ‘The American Dream’ (Autoeditado 2019)

La banda ibicenca ha pergeñado un disco tal vez más directo que su predecesor

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Pareciera que a este humilde plumilla le hubiera mirado un tuerto (para los políticamente correctos en extremo: se trata únicamente de una expresión) ya que además de con cierto retraso (se editó oficialmente el pasado 2 de marzo; creo que deberemos ser más generosos con los aguinaldos que le damos a nuestro cartero en el futuro) el tercer disco de los ibicencos Uncle Sal nos ha llegado con susto: el reproductor se saltaba olímpicamente el primero de los cortes. Afortunadamente este sueño americano no se ha convertido en pesadilla (permítaseme la broma) y no hay casi nada que una bayeta y un buen líquido limpiador no arreglen cuando se trata de CDs con algún tipo de sustancia no identificada pegada en su superficie.

Pero dejémonos de anecdotillas y pasemos a hablar de “The American Dream”. Un disco compuesto por diez temas escritos de nuevo casi en su totalidad por Soulman Sal (salvo “Snakebite Fever”, que el cantante, guitarrista y armonicista del grupo ha firmado junto a Francis Fastfingers, a la sazón encargado del bajo en el combo insular). Completan el cuarteto como nuestros lectores ya deberían saber Artimus Gabe a la batería y Rock and Roll Banker a la guitarra. La producción ha corrido a cargo de Joan Barbé, que también aporta órganos en tres de las canciones. No es el único invitado del disco, puesto que a lo largo de esta hora de música desfilan David Chana y Lil’ Nouma (“Last Will”) y Jordi Juan y Pj González (“Snakebite Fever”).

Tal vez estemos ante un disco más directo que su predecesor, a pesar de que en algunos de los temas parece que Uncle Sal han buscado los desarrollos largos y las jams instrumentales, como en “Rock and Roll Soul”, la citada “Snakebite Fever”, “Drinkin’ Days” o “Full Gray Moon”, aunque lo cierto es que todas las canciones están por encima de los cinco minutos de duración salvo una, la que cierra el álbum en clave acústica, “Homeless & Drunk”. Pero en líneas generales estamos hablando de un trabajo con un carácter más eléctrico y rockero. Más contundente si se quiere decir que el anterior “You Ain’t No Bluesman” y con unas canciones que parecen compuestas en y para el directo.

Tengo la impresión de que Uncle Sal han encontrado en este tercer disco el sonido con el que se encuentran más a gusto. Y es que se les escucha cómodos dentro de estas canciones de larga duración y vocación hímnica. Las influencias siguen estando ahí más o menos visibles, pero creo que puede decirse que la banda sigue creciendo sónicamente hablando. Resulta sin embargo un poco descorazonador pensar que ese crecimiento musical de Uncle Sal se vea lastrado por condicionantes de tipo geográfico como la imposibilidad de dar conciertos en la península con mayor frecuencia.

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