Soy una persona afortunada. Mi vida dista mucho de ser modélica (tal vez beba un poquito más de la cuenta, soy un desastre en mi vida personal y profesional, no hago el más mínimo caso a mis perfiles en las redes sociales y, haciendo cierto el cliché, soy un completo inútil con cualquier instrumento), pero hay aspectos que me permiten decir que tengo suerte.
Soy afortunado porque conozco a y me rodeo de gente creativa: gente que dibuja, gente que pinta, gente que escribe, gente que toca instrumentos, gente que escribe canciones, gente que emociona con sus solos, gente que hace geniales fotografías, gente que dirige videos, gente que crea carteles, gente que actúa, gente cuya mera conversación me fascina por la inteligencia y la ocurrencia de sus palabras o por sus conocimientos enciclopédicos sobre temas de lo más diverso…
Toda esa gente y su aparentemente inacabable creatividad me abruma. A su lado un juntaletras como yo se siente pequeñito, pero a la vez inspirado y agradecido. Sobre todo mirando al común de la gente y sus anodinas vidas; bien podría yo estar entre esos, los que conocen el nombre de pila de los protagonistas del anuncio navideño de Coca Cola (tuve que preguntarle a uno de mis sobrinos quién era toda esa gente -toda con el mismo aspecto- que salía cantando en una azotea).
Y sin embargo mi vida está flanqueada por otro tipo de personas. Unas que probablemente nunca recibirán un reconocimiento masivo, pero que tienen un sitio en mi vida y en mi corazón.
Para mí, toda esa gente es tan importante como lo pueden ser Phil Lynott, Paul Newman, Izzy Stradlin, Homer Simpson, Wes Craven, Chuck D o los creadores de Rick & Morty. Gracias por aceptarme en vuestras vidas.
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