Siempre un placer reencontrarse con August Burns Red, el quinteto yanki ya con tres lustros de existencia. Hace nueve años que tuve la primera ocasión de verlos en directo, y desde entonces siempre han cumplido. Esta vez, en suelo galo, debía de ser como su tercera o cuarta descarga que presencio, y una vez más resultaron convincentes como pocos. Sin caer en las trilladas fórmulas del metal-core más genérico, ni en el onanismo virtuoso de los grupos ultratécnicos, los de Pensilvania ofrecieron ochenta trepidantes minutos en los que no faltaron los breakdowns, los himnos coreables y, ejem, un solo de batería en el bis que nadie les había pedido. Fue precisamente Matt Greiner quien aseguró que se trataba de uno de los mejores bolos de toda su carrera, algo que no sonó a simple topicazo. Y es que se agradece que, pese a las chanclas en plan turista del guitarra JB Brubaker, el grupo evidencia ser unos profesionales como la copa de un pino. Además, para amenizar algunos pasajes instrumentales, la mímica teatral de su vocalista se antoja cuando menos entretenida, de manera que hay estímulos para todos los gustos.
Destacaría asimismo que la sala era curiosísima, con una entrada/pasillo enorme, hasta el punto de que no reparas en que al fondo hay un grupo tocando. Desde esa especie de “olla” frontal, más que idónea para el moshpit, el calor se esparció por todo el recinto hasta resultar un tanto sofocante. Tal vez sea costumbre del país vecino, no en vano todavía recuerdo lo que sudé con Glassjaw, hace 8 años, en Le Nouveau Casino… ¡pero es que entonces era verano!
Antes hubo un par de grupos, incluidos esos Wage War de cuyo macho-core (también denominado chugga-chugga) presencié un par de canciones. Pese a ser también excelentemente recibidos, no pude evitar pensar en el mucho daño que hizo el nu metal.