
Hacía mucho que no me asomaba a esta sección y puede que el tema de hoy os parezca bastante insustancial, pero esta semana me he visto obligado a hacer labores de bricolaje sui generis y eso me ha inspirado para este editorial. Aunque también imagino que no voy a ser yo el único melómano con estos problemas.
Porque veamos, a nada que uno coleccione discos y dadas las dimensiones que suelen tener los hogares actuales -sobre todo en las grandes ciudades, o al menos los que resultan asequibles para el común de los mortales-, estoy seguro de que muchos de los que me estáis leyendo os habéis encontrado con el dilema de dónde poner vuestros LPs, CDs, DVDs,…
Si tenéis la desgracia de poseer un espacio mínimo igual que yo, ya sabréis lo complicado que resulta encontrar nuevos huecos para dar un hogar a vuestras nuevas adquisiciones. Y ahí yo reconozco que estoy desesperado. Tan desesperado estoy que hasta llegué a plantearme el parar de comprar más vinilos. Así, tal cual.
Supondréis también, ya que estáis leyendo este texto, que no conseguí desintoxicarme del vicio. Las soluciones del Ikea me sirvieron durante un tiempo… hasta que el traslado del grueso de mi colección, que estaba partido entre dos ubicaciones, hizo notar que las previsiones de tiempo hasta que lograra rellenar todos los huecos eran muy erróneas. Como suele pasar en las bibliotecas, el espacio de los estantes ya está comprometido prácticamente antes de empezar a colocar los ítems que ya forman parte de nuestra colección. ¿Los que vendrán? Pues ya veremos dónde los acomodamos. Cada problema en su momento.
En esta búsqueda de soluciones mágicas, y dado que dejarlos directamente en el suelo no me parecía una idea muy recomendable, he probado diferentes cosas. Así, una mañana de resaca descubrí en mi plato de ducha una caja de tamaño industrial para transportar naranjas. Rápidamente recordé cuál era el plan: darle un duchazo para quitarle todo el polvo, forrarla con algún papel de regalo que no fuera muy hortera y ganar para la causa melómana 70 centímetros cuadrados al suelo. El resultado final, aunque no fue espectacular, sí que quedó al menos curioso, incluyendo el fieltro en el suelo de la caja que le da un toque muy pro, aunque también es cierto que el invento ya va pidiendo una restauración.
El caso es que ni aún así logré contener la invasión vinilística de mi espacio durante mucho tiempo, pero cuando empezaba a agobiarme la idea de estar otra vez abocado a apilar en una inestable columna mis nuevas adquisiciones, el outlet virtual de unos conocidos supermercados alemanes me proporcionó otra solución: unas cajas desmontables de tela con unas dimensiones casi perfectas para los discos de vinilo. Un avance considerable respecto a la caja de cítricos y a la de simple cartón reforzado con cello que no os había mencionado antes para que no me considerárais un cutre. Compré dos, por cierto.
Una reorganización de mi casa me ha permitido instalar también una nueva estantería en la que mis últimas compras se han visto obligadas a convivir con la también creciente biblioteca de vuestro humilde servidor (pero sobre los libros mejor no hablemos). Acabo de recuperar así para la incesante expansión el espacio libre detrás de la pantalla del televisor y las dos cajas de tela anteriormente mencionadas, así como parte del armario del salón en el que, de cara a las visitas, sobresalían el primer LP de Motörhead en su edición española de principios de los 80 (la del logo de la banda en rojo) y una copia alemana del “Their Satanic Majesties Request” que cumple mejor función como decoración que sonando en el plato por el lamentable estado del vinilo (nunca os fiéis de un lituano que gradúe los discos como VG+).
Como probablemente en año y medio vuelva a estar acordándome de este texto (a no ser que me toquen los Euromillones y pueda mudarme a un pisito más grande), estoy empezando a plantearme un crecimiento en altura, como si de un pequeño Manhattan se tratara. Y más concretamente utilizando las paredes, aunque historias escuchadas sobre muros que necesitan ser reforzados de urgencia porque el sobrepeso causado por los LPs amenazan con su desmoronamiento, hacen que me lo esté pensando con calma.
Problemas del primer mundo, divagaciones sin interés,… llamadlo como queráis, pero no me importaría que alguno me contáseis cómo habéis solucionado el eterno problema del espacio.
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