Estas últimas semanas he recibido varios correos electrónicos solicitándome colaborar económicamente con el mantenimiento de la Wikipedia. Y me imagino que no soy el único. Que una organización como esta, con millones de visitas diarias a sus diversas versiones, se vea obligada prácticamente a mendigar de esta manera debería hacernos reflexionar sobre el modelo de internet que se está imponiendo. Pero aquí la única realidad es que la situación debe de ser lo suficientemente dramática para que se hagan este tipo de llamamientos a la desesperada para poder mantener algo que muchos usan, pero por lo que muy pocos están dispuestos a pagar.
Pero lamentablemente la Wikipedia es solo uno de tantos ejemplos de la cultura que se está imponiendo, la del todo gratis. Música, cine, pornografía, información,… ya hay toda una generación que no sabe lo que es pagar por estos y otros bienes y servicios, y la situación parece ya difícilmente reversible. Sobre todo porque resulta casi imposible hacer comprender a aquellos que nunca han pagado por estas cosas que hay gente detrás de ellas y que los que las mantienen merecen una justa compensación por su trabajo. O, como el caso que hemos utilizado como excusa para este artículo, una pequeña aportación simplemente para que el servicio se mantenga en línea. Porque en esta era de redes sociales y plataformas diversas de uso gratuito también parece que a muchos les cuesta creer que un alojamiento web cuesta dinero. Aunque habría que hacer comprender que si bien el coste para el usuario no es monetario, las empresas que manejan cantidades ingentes de datos personales de alguna manera tienen que amortizar su negocio. Piensa mal y acertarás… Probablemente sea ya una guerra perdida y más allá de algún trending topic ocasional o algún contenido que se hace viral de vez en cuando, no parece que la gente se indigne o responda de alguna manera a estos asuntos.
Pero volvamos a lo que nos pilla más de cerca, que es el posible colapso de un modelo que nació ya moribundo. Porque no nos engañemos, cuando comenzó a extenderse el uso de internet, los usuarios no estaban dispuestos a pasar por caja por los contenidos de pago, ya que eran mayormente personas acostumbradas a que a cambio de tu dinero recibías un objeto físico. El cambio cultural y de mentalidad era importante, y ante la vuelta atrás a la que tuvieron que recurrir muchos (recuerdo por ejemplo el caso de El País, que tuvo que volver a ofrecer sus artículos de manera gratuita), al final no sé si eso fue contraproducente por lo que decía antes: ya hay toda una generación de nativos digitales que no sabe lo que es pagar por una revista en papel o que nunca ha escuchado un disco que no sea en formato digital (y eso si ha escuchado alguna vez un disco completo, pero ese es otro tema). Ante el fracaso de los contenidos de pago, los medios digitales se han visto obligados a recurrir a la inserción de banners publicitarios en sus páginas para poder rentabilizarlas. Como resultado, enlaces a lo que se llaman “contenidos patrocinados”, multitud de ventanas flotantes imposibles de sortear, fondos de páginas que anuncian los últimos estrenos, o anuncios a un volumen infernal que sobresale por encima de cualquier cosa que estemos escuchando en ese momento. En resumen, la web se ha convertido en una especie de “árbol de navidad” (el término no es mío, lo acuñó nuestro webmaster) lleno de molestos colores y sonidos.
Reconozco que no tengo ninguna solución mágica ni creo que nadie la tenga. Y puede que gente como Ian Svenonius se frote las manos con un eventual colapso de la Wikipedia. Pero hay que ir todavía un poco más allá, porque si como decimos un gigante mundial como la Wikipedia sufre dificultades, imaginaos la miriada de medios independientes pequeños que estarán (estaremos) pasándolas canutas, como se dice vulgarmente, para sobrevivir. Y el día que todas las opiniones al margen del sistema vayan cayendo solo nos quedará el pensamiento único y una insípida uniformidad cultural. Apoyad vuestra escena local.
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