Bonfire – ‘Temple of Lies’ (AFM 2018)

"Sin considerarlo un mal disco, se me queda corto"

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Ignoro lo que han estado haciendo los alemanes Bonfire con su carrera desde que en 1991 publicasen el ya añejo “Knock Out” (BMG), claramente inferior sus dos anteriores publicaciones, “Fireworks” (1987, BMG) y “Point blank” (1989, BMG). Es decir, no tengo idea de sus andanzas desde lo que fue su época dorada, cuando teloneaban a los grandes del género en Alemania, gente como Scorpions o Accept.

Sinceramente, esos veintitantos años perdidos entre ellos y yo me la traen al pairo. Sin embargo, el caso es que me han encargado la tarea de escuchar y reseñar su último trabajo, titulado “Temple Of Lies” (AFM), salido a la luz pública este pasado mes de abril.

Lo primero que llama mi atención al escuchar esta nueva entrega de los teutones es que, incluso las composiciones que más se acercan a lo que Bonfire fueron durante aquellos años de gloria, esas en las que practican el hard rock melódico que los caracterizó, se tornan extrañas en la voz del nuevo frontman, Alexx Stahl, escapándose sin remedio de lo que fueron los de Ingolstadt y convirtiéndolos en otro grupo distinto.

Se echa de menos la singular garganta de Claus Lessmann (fuera del grupo desde 1992) y se echa de menos temas que recuerden a títulos como “Ready 4 Action”, “Champion”, “Sleeping All Alone” o “Hard On Me”. Composiciones con las dosis suficientes, a partes iguales, de fuerza y “moñería”, en perfecto equilibrio para alegrarle la mañana a cualquier depresivo y desolado adolescente de instituto aplastado por el peso de un amargo desamor de juventud. No en vano “Fireworks” llegó a ser disco de oro (por la calidad de sus canciones, no por lograr ese efecto sanador en los sufridos y hormonales muchachos amantes del género).

Es por cosas como esta que Hans Ziller y los suyos lo tenían difícil en mi parcela para llegar a sorprender y encandilar. La nostalgia es un hueso duro de roer a la vez que un oscuro enemigo difícil de someter.

En cualquier caso, treinta años y un par de decenas de discos después de ese “Fireworks” se presentan Bonfire (en activo todo este tiempo) con su nueva obra bajo el brazo; con sólo un puñado de similitudes con lo que entonces creaban, materializadas en piezas como “Feed The Fire” o “Crazy Over You” (tema este último que, si lo medito más fríamente, junto con “On The Wings Of An Angel”, me recuerdan mucho más lo que hacen actualmente gente como H.E.A.T. que a los propios Bonfire, tanto por composición como por la propia voz de Stahl, calcada por momentos a la de Erik Grönwall).

El resto de los temas (“Fly Away”, “Stand or Fall” o la propia “Temple of Lies”) acaban por incluir la alemanísima denominación de origen “power metal” al conjunto, que a buen seguro hará las delicias de seguidores del odioso (upps.. ¿lo he escrito en alto?) subgénero “heavy metalero”, pero que a mí me hace añorar ese grupo de 1987-89 y esos dos discos: “Fireworks” y “PointBlank”.

Obviamente, aquellos dos LPs son producto de una época y por tanto irrepetibles desde todo punto de vista. Esperar lo contrario sería como aquello de reiterar una y otra vez la misma acción aguardando un resultado distinto, vamos, una locura en sí misma.

No obstante, sin considerar este “Temple of Lies” un mal disco, a mí se me queda corto. Muy corto. Tal vez porque la jodida nostalgia me hacía esperar las mismas emociones que a los 17 años despertaban en un servidor canciones como “Tony’s Roulette” o trallazos de la talla “You’re Back” y “Freedoom is My Belief”, y eso es poco menos que imposible de conseguir. Ni para Bonfire ni para mí. Y tal vez se me quede corto también porque no esperaba giros estilísticos hacia sonidos y estructuras que no solo me aburren, sino que acaban por hastiarme hasta el punto de provocarme la náusea.

De todas las maneras, debo ser justo con ellos y confesar que, aun dicho lo dicho, el mes que he estado escuchando “Temple of Lies” lo he hecho con cierto gusto y he acabado incluso aceptando los temas que me recuerdan a lo “mejorcito peor” del país del Rhin. Aun así, en la comparación sale perdiendo el año 2018, así que, si te acercas a este disco movido por la nostalgia y, al igual que yo, no has escuchado al grupo en casi treinta años y desconoces el resto de su trabajo, mejor que vayas precavido. Es posible que lo que para algunos de nosotros es Bonfire no exista desde hace ya décadas. Es posible incluso que sea lo anecdótico dentro de su extensa carrera. Honestamente, me la vuelve a traer floja. Ese conocimiento despierta muy poco mi interés hoy día, unas cuantas canas después de 1987.

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