DeWolff – ‘Thrust’ (Mascot 2018)

El trío holandés consigue cada vez sonar más a ellos mismos en la que tal vez sea su mejor obra

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A pesar de su juventud, se puede decir que DeWolff son ya todos unos veteranos de la escena rockera europea. Con un puñado de álbumes a sus espaldas, giras cada vez con mayor repercusión por todo el continente y patrocinios de campanillas, muchos han querido ver en este trío neerlandés al próximo gran grupo de la escena más puramente revivalista del rock.

Y en esa situación que la banda se ha ganado sin duda gracias a su buen hacer sobre el escenario -a pesar de que su propuesta muchas veces se acerque peligrosamente a un mero mimetismo para con las fuentes de las que beben-, probablemente se encuentren al borde de romper definitivamente con la escena puramente underground para pasar a jugar en las grandes ligas. O al menos en las medianas.

Su fichaje por el sello de su país Mascot, buque insignia de parte del rock, blues y prog más interesante de los últimos años gracias a sus varias etiquetas, parece querer decir que DeWolff van a por ello, a por ese siguiente escalón que sin duda rozan con los dedos, pero para el que tal vez haga falta el apoyo de una maquinaria de mayor entidad.

La primera muestra de esta asociación es “Thrust”, el disco que el trío editará el próximo 4 de mayo y que significa ya el sexto lanzamiento largo de los hermanos Paul y Luka van der Poel y Robin Piso. Estas nuevas once canciones fueron registradas en el estudio que posee la banda, Electrosaurus Southern Sound Studio, espacio de grabación analógico que permite al grupo trabajar sin prisas ni presiones.

Hablando de su nueva obra, tanto el grupo como el sello se muestran confiados sobre que este sea su mejor trabajo hasta la fecha. Y lo cierto es que tal vez no sea ni la proverbial creencia de casi todos los grupos en que su nuevo material es siempre lo mejor que han compuesto, ni tampoco una bravuconada promocional de los encargados de publicidad de la discográfica. Con el tiempo DeWolff han ido descargando sus composiciones de las referencias más obvias para ir desarrollando un sonido que no podemos calificar de completamente original -puesto que se basa en sonidos desarrollados hace décadas por otros artistas-, pero sí cada vez más propio. En ese sentido, puede decirse que el trío holandés tal vez sí haya conseguido una colección de canciones que empieza a sonar a ellos.

Aún así, a bote pronto se pueden detectar todavía en este disco ecos de Pink Floyd (“Once In a Blue Moon”), Humble Pie (“Double Crossing Man”), Black Keys pasados por un filtro reggae (“Sometimes”) o T.Rex (“Swain”). Y digo esto no para desmerecerlo, sino para dejar constancia de que tal vez aquello de que es imposible innovar en el rock porque ya está todo inventado sea bastante acertado, al menos en algunos estilos. Pero también debo decir que a mí el disco me ha enganchado, y eso que tal vez lo que más abunde en él sean los medios tiempos.

Para mí todavía es demasiado pronto para asegurar que estemos ante su mejor trabajo, pero sí que diría que va por el buen camino. Dejémoslo respirar.

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