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“Detroit” viene firmada por la única mujer ganadora del Oscar a Mejor director en la historia, Kathryn Bigelow. La realizadora parece que se ha especializado en contar grandes historias de la memoria reciente de los Estados Unidos, abandonando su pasado en los que se movía con esmero en las cintas de lo mas variado como “Le llaman Bodhi” o la interesantísima “Dias extraños”; desde que ganó el premio de la Academia por “En tierra hostil”, parece haberse especializado en el drama histórico americano.

Ver “Detroit” no es fácil: por momentos resulta turbador y resulta también una bofetada a la mente bienpensante que no se haya molestado antes en leer algo o ver un par de documentales. Quizás esa es su gran baza y su gran defecto, que para el espectador no muy puesto en el sistema social basado en un racismo enraizadísimo desde la fundación de la tierra de las libertades puede resultar tensa, interesante y casi provocar la náusea. Para aquellos que hayan visto joyas recientes como la premiada “Enmienda XIII” o simplemente series muy blancas como mi amada “The get down” o “Hip hop evolution”, nada de lo que se vea aquí resultará una novedad.

La trama comienza con los disturbios ocurridos en Detroit en julio de 1967 después de que la policía irrumpiera en una fiesta ilegal, chispa desencadenante de una revuelta en los ghettos de la ciudad en los que tuvo que intervenir Policía Estatal y Guardia Nacional, enfrentados ambos cuerpos a los ciudadanos negros y que acabó con un saldo de 45 muertos. El grueso de la trama se centra en los sucesos del Hotel Algiers, en los que tres jóvenes negros fueron asesinados por la policía con la excusa de que se habían realizado disparos desde una de las ventanas del hotel. Krauss (basado en uno de los policias acusados de los asesinatos Will Poulter) es un policía racista que no duda en tirar del gatillo sin ningún tipo de remordimiento enfrentado a una serie de jovenes negros que mantiene retenidos en el hotel donde los ha atrapado.

En su proceder habitual, Bigelow usa una cámara inestable para añadir tensión a la trama; sin embargo la película tiene un problema, la cinta insiste en el maniqueísmo (probablemente con razón), no desarrolla demasiado los personajes: John Boyega parece estar más como nombre conocido a la estela de “Star Wars” ya que con un personaje a priori interesantísimo se queda diluido entre toda la trama. Lo mismo pasa con el personaje de Larry (Algee Smith), protagonista de la cinta que teniendo otro personaje de Oscar también se queda en la superficie. Quizás es de lo que peca toda la trama, de que aunque dura, resulta superficial y no llegamos a empatizar con ninguno de los personajes.

Mark Boal es el guionista de la historia, quien colabora por tercera vez con Bigelow y aunque intenta hacer cierta introspección y lanzar un mea culpa sobre la policia, no hay ni la más minima mención a la sociedad en general, que tampoco sale especialmente mal parada más allá de las tres manzanas podridas que nos presentan.

Esperaba una película especialmente dura y me he encontrado con un ejercicio bastante vacío y frustrado. En ese aspecto, “NWA” por ejemplo retrataba bastante mejor el racismo y la situación de los negros. Aunque puede que Bigelow tan solo pretendiese hacer un retrato de lo sucedido en el episodio puntual del Hotel Algiers.

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