Gasteiz Calling, un nombre con gancho de un festival que aún se puede considerar que es joven y que le queda crecer, quizás no mucho en cuanto a caché de bandas tras las tres primeras ediciones, aunque lo puede mantener con facilidad, pero sí puede potenciarse y consolidarse reforzando aspectos organizativos y estructurales. Aunque con muchos detractores, la fecha es acertada y la asistencia lo reafirma, ya que, recuperados de la resaca festivalera estival, nos encontramos con un cartel muy suculento en una ciudad que merece la pena visitar.
No podíamos perdernos el comienzo a cargo de Radiocrimen grupo que está en la cresta del punk vasco y nacional. Aparecimos en el Iriader Arena cuando empezaban a tocar las primeras notas y la sensación de todos los asistentes fue unánime con cara de “¡como todos los conciertos estén a este volumen nos van a sangrar los oídos!”. La actuación con todos los integrantes muy metidos en el show estuvo muy por encima de algunas de las grandes bandas, y esto quizás ha sido una constante, ya que el sábado CRIM ofreció lo mejor que tienen en un tiempo limitadísimo. Las bandas que abrieron solo tocaron 30 minutos y estoy seguro que se quedaron y dejaron al público con ganas de más.
Nos parecía pronto que Booze & Glory tocase a las 16:45, venían de llenar este mismo año en Madrid y era una de las grandes expectativas que teníamos ya que no pudimos verlos en marzo en la capital. No fue un concierto muy cercano al público aunque tampoco ayudó la cantidad de fallos técnicos que tuvieron y es que mala suerte y cosas del directo, hicieron que una cuerda de la guitarra de su guitarrista saltase por los aires cuando estaban en el clímax de uno de sus himno futboleros.
Snuff tuvieron un sonido instrumental muy decente, parece que desde el control de sonido consiguieron que los instrumentos sonaran a lo que tenían que sonar y no se escuchara un batiburrillo de graves sin matices como ocurrió en muchas de las bandas; eso sí, parecieron olvidarse de la voz.
Parabellum volvió con ganas, la formación pasó un ratazo encima del escenario y nos lo transmitió con una soberbia aplastante y es que el rock and roll patrio, ese que nos ha acompañado desde los inicios de nuestras andaduras en el mundillo nos reconforta y nos llena de emociones; en definitiva, queremos que nos sigan cantando canciones de amor.
The Briefs fueron la revelación, a nivel personal, porque tenían fans y fieles seguidores, el sonido no fue muy agradecido tampoco con ellos, comenzaron con la voz principal cerrada (no sé qué tipo de problemas tendrían o si fue una empanada mental de quien estaba a los mandos, pero no ocurrió una única vez). Aún con esto tiraron de profesionalidad y crecieron con mucha clase. Uno de los conciertos de la noche sin duda.
Cuando aún quedan muchas horas por delante de música y llevas ya algunas a las espaldas, un concierto de D-Beat puede ser el momento perfecto para descansar la mente y desconectar. Aunque ante Discharge hay quien desconecta de todo vínculo con la sociedad y hay quien se larga y dejan descansar los oídos.
Satanic Surfers fueron gloria para los oídos tras lo vivido anteriormente, pero, pese a los intentos del bajista de conectar con el público enseñando cómo dar la gracias en varios idiomas, no llegó a ello. La voz de nuevo desapareció, aunque creo que más bien por desidia de Rodrigo Alfaro que no se le notaba muy fino y tenía unas ganas locas de terminar con el concierto.
Sick Of It All llegaron en el punto en el que todos lo necesitábamos, esa inyección de contundencia y energía que veníamos a ver. Desinhibirnos saltando, gritando y haciendo el mayor circle pit de la noche. Vivir esto desde dentro es lo que saca las sensaciones que no se pueden encontrar en el foso. Fueron otro de los shows destacados de la noche.
La noche iba llegando a su fin y las ganas de bailar estaban decayendo, pero llegaba Buzzcocks y era el candidato perfecto para hacernos fluir por la pista, no obstante, estuvieron discretos y dieron la sensación de querer salir de paso, hacer su trabajo y facturar.
Las fuerzas flaquearon y no pude ver a aquellos que cerraron la noche Sham 69 y probablemente perdí la última oportunidad de verlos en la península.
El sábado llegó más gente con ganas de empezar pronto con la fiesta. Los encargados de abrir eran los tarraconenses CRIM, que no se esperaban la asistencia tan numerosa que recibieron y lo agradecieron en todo momento, pero es que con las melodías que desprenden era lo más lógico. Un grupo que ha encontrado la fórmula para entrar directo al corazón y colapsarte el cerebro con estribillos pegadizos.
Una cresta salió a relucir, era el momento de One Way System; los británicos hicieron un show discreto, las horas no ayudaban mucho, aun no habíamos calentado para afrontar codazos y pisotones.
Quemando Ruedas quiso salir haciendo honor a su nombre y más que quemarlas hicieron que patinaran. De nuevo la única voz que se escuchaba era la del público porque el micrófono no estaba abierto de escenario para afuera y las primeras estrofas no se escucharon; esto dejó con un cuerpo algo raro al público. Si bien es verdad que intentaron remontar y tuvieron un transcurso sólido, pero en la traca final flojearon y dejaron un sabor agridulce.
Y por fin llegó la sorpresa del festival para mucha gente y es que The Baboon Show levantó los ánimos y las ganas a todo el Iriader Arena. Un espectáculo el que dieron los suecos en todo su conjunto, comandado por Cecilia y su extrovertida manera de expresarse sobre el escenario, el cual abandonó para acercarse más al público llegando hasta la mitad de la pista alzada por cientos de manos.
El speed punk metal hizo acto de presencia con Municipal Waste, un show que muchos critican y tachan de flojo pero que a mi modo de ver fue técnicamente correcto y estuvo a la altura del evento. Tras ellos nos tomamos un respiro y no pude ver a Youth of Today.
Thee Rkaliens me depararon sorpresones en su formación, el bajista y el batería son unos auténticos fuera de serie y nos dejaron absortos durante todo el concierto.
Llegaba el momento que muchos esperaban, New York Hardcore de la mano de Madball y es que la potencia y energía de Freddy es tan demoledora que aunque vengan todos los años varias veces, no podemos dejar de ver los shows.
Aunque intente evitar comparaciones, he de decir que Stiff Little Fingers parecían ser la continuacion de Buzzcocks, pero estuvieron algo superiores. Las guitarras se comieron el resto de la instrumentación pero dejaron buen sabor de boca.
Cerraríamos el festival cantando himnos a ritmo de Perkele, que desde luego no tuvieron su mejor noche.
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