Sí, ya sé que hoy en día hablar de Marilyn Manson equivale a que te tachen de ignorante musical, pero quiero por un momento volver a mediados de los 90 cuando la banda hizo su irrupción en el panorama de la mano de Trent Reznor. Creo haberlo contado alguna vez por alguna parte (después de más de diez años escribiendo aquí y en alguna otra parte, me vais a permitir que no recuerde con exactitud dónde y también que me repita), en la era previa a internet localizar un disco a veces te podía costar años. Y algo así me ocurrió a mí con “Portrait of an American Family”… ¡y estamos hablando de un CD, no de un maldito vinilo en edición limitada!
El caso es que entonces eran un grupo oscuro, del que poco se sabía y entre esas pocas cosas los detalles eran delirantes: que si el vocalista era reverendo de la Iglesia de Satán, que si supuestamente había declarado que su pareja ideal era un hermafrodita de 15 años que cargara con sus maletas,… salidas de tono que -vuelvo a recordar- en aquella era previa a la popularización de internet, daban un barniz casi mítico a un grupo que por desgracia perdería todo su interés tras dos o tres discos.
Pero en aquellos comienzos del grupo Marilyn Manson llegaron a ser muy grandes. Y no me refiero a nivel de popularidad sino en cuanto a su música. “Antichrist Superstar” sería una obra cumbre y uno de los mejores discos de su época, pero las bases que habían sentado con “Portrait of an American Family”, con esa especie de versión musical retorcida y pervertida del universo de Disney, también hay que tenerlas muy en cuenta. Y sobre todo hay que agradecérselas a Scott Putesky aka Daisy Berkowitz, el guitarrista original del grupo que tristemente nos ha dejado este pasado fin de semana (leer noticia aquí). Va por ti Daisy.
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