Empiezo diciendo que seguro que me equivoco y si alguien me leyera -y si ya se diese el milagro de que tuviese criterio- me pondría de tonta para arriba: Romero quiere hacer de esta película su cinta de acción.
Dicha esta burrada, el mismo definiría la tercera de sus cintas Z como “la descripción de la tragedia humana ante el aislamiento y la falta de comunicación con sus congéneres en un mundo agonizante”.
Tras el éxito obtenido con “El día”, el bueno de George empieza a ser muy conocido en una industria rendida al género slasher durante toda una década en la que, una vez más, no sabrá adaptarse y convertirse en el Wes Craven que podría haber sido. Comienza los ochenta con una obra menor acompañado por Savini y en el 82 dirige uno de los capítulos de “Creepshow”. Habrá que esperar hasta el 85 para que dirija la tercera de sus obras con muertos vivientes.
Sin grandes problemas para financiar los 3.5 millones de dólares necesarios para una versión mínima de lo que iba a ser su obra magna, la que pretendía ser su “Lo que el viento se llevó” del cine con muertos caminantes requería al menos del doble de presupuesto. Su productor habitual, Richard P. Rubistein, tocó todas las puertas de las majors en busca de los siete millones requeridos, pero en una década en la que el slasher mandaba fue tarea imposible. Con estos medios, el guión pasa a ser una tercera parte de lo inicialmente planeado y la obra, probablemente fallida.
Con Freddy Krugger paseando por las calles de Elm Street y el capitán Bradock rescatando prisioneros de guerra desaparecidos, a Romero no se le ocurre una idea más peregrina que intentar retomar la fórmula de “el día”, pero esta vez en un bunker lleno de militares y científicos.
La premisa no es del todo clara; sin embargo como grandes cafeteros es disfrutable a la espera de que todo se vaya a freir espárragos. Atención especial merece el zombi, que en está película es por primera vez protagonista.
Ante lo que pudo ser y no fue, habría que leer el guión original para comprender si realmente los zombis que Romero nos presentaba en su anterior cinta como un reflejo de su vida cotidiana en esta ocasión traicionan esa “filosofía” al ser dotados de una cierta inteligencia (que veremos aumentada en “La tierra de los muertos”), lo que permite una cierta autonomía a los muertos. Algún personaje histriónico que puede sacarnos de la película y la floja historia sin embargo no hacen desmerecer el magnífico trabajo de Tom Savini a los mandos de los efectos visuales, que contaría con un joven Greg Nicotero, debutante en estas lides, atravesando no pocos problemas debido al calor y la humedad de las localizaciones elegidas en el sur de Florida.
El concepto del bunker ha sido quizás el más imitado en el cine Z moderno; sin embargo esta es sin duda la menor de la primera trilogía y que por supuesto cuenta con un remake que es directamente olvidable incluso para los más fieles al género.
Multiplicando por 10 el presupuesto en taquillas una vez más, es discutible decir en esta ocasión que Romero es un perdedor; lo que es seguro sin embargo es que ha perdido el pulso.