Son escasas las ocasiones en las que nos hemos adentrado en temas de política en esta web. Y no por una cuestión de principios -o de falta de ellos-, sino más bien por el instinto de conservación: ya sabemos cómo se las gastan en este país, las diferentes varas de medir y lo fácil que es acabar condenado por una opinión o un chiste de dudosa gracia, pero chiste al fin y al cabo. Sin embargo, esta es una de esas ocasiones en las que no podemos mantenernos callados. Y es que la última de este Gobierno del Partido Popular es tan flagrante y tan desvergonzada por la parte que nos toca que no podíamos dejarlo pasar.
A estas alturas no hará falta que expliquemos que esta semana Íñigo Méndez de Vigo, ministro de Educación, Cultura y Deporte (aunque a la vista de los hechos bien podría serlo de verduras), ha asegurado en un foro del medio derechista por antonomasia de este país que su Gobierno bajará el IVA de los espectáculos taurinos del 21% al 10%. Parece ser también que la medida figura en el acuerdo que el Partido Popular firmó con Ciudadanos, su filial “enrollada”. Y al que todavía tenga dudas sobre las no-diferencias entre ambos partidos espero que acuerdos como estos les hagan abrir los ojos. Nos parece también un insulto a la inteligencia de cualquiera que este tipo de cosas se hagan a plena luz del día y con total descaro. Pero la próxima váis y volvéis a votar a los mismos.
En cualquier caso, aparte de la mezquindad que representa que un Gobierno de cualquier signo político tome decisiones tan arbitrarias (desconozco cuál es el razonamiento oficial sobre el asunto, pero seguro que la argumentación es ridícula porque, de entrada, cualquier persona culta y con un mínimo de humanidad rechazaría la práctica de semejante crueldad), está el “insignificante” hecho de que no se ha tomado la misma medida para otras manifestaciones o productos. Esto quiere decir que una pareja pagará más impuestos indirectos por comprarle un libro a sus hijos que por llevarles a ver maltratar a un animal, por ejemplo. Absolutamente demencial.
Y no hace falta ni entrar en asuntos como la corrupción o las políticas neoliberales y sus nefastas consecuencias económicas para todas las clases sociales que no sean la alta o la muy alta. Tiene que ver con todo ello, evidentemente, pero ni siquiera tenemos que entrar en análisis profundos: el PP quiere blindar una costumbre que tiene más de salvaje que de romanticismo, por mucho que todos esos matadores de pacotilla nos quieran vender la imagen de que están siendo injustamente maltratados, con el “sólido” argumento de que es una costumbre y un símbolo nacional. Sobre el tema de la españolidad nos abstendremos porque mucho nos tememos que nuestras opiniones iban a ser tildadas de esto o de aquello; sobre lo de la costumbre sí que nos mojaremos: es como si alguien propusiera, por ejemplo, que la lapidación es un acto de justicia defendible y protegible porque ya aparecía en la biblia.
Llamadnos locos, pero a nosotros que la ropa y el calzado, la electricidad, el gas y el teléfono y las entradas para cualquier acto cultural o su comercialización en cualquier soporte tengan un tipo de IVA del 21% y las corridas de toros pasen a un 10% nos sigue pareciendo un acto de chulería, de soberbia y de desprecio hacia una mayoría de ciudadanos. En la parte que más nos toca por motivos obvios, la de la música, el cine y la literatura, es obvio que a este Gobierno y a cierta clase social no le conviene que la gente, el común del pueblo, acceda con facilidad a según qué manifestaciones artísticas.
Y esto que pudiera parecer sacado de “1984” o de “Fahrenheit 451”, es algo que de tan obvio parece hasta mentira. Pero haceos una pregunta: ¿por qué cada día es más difícil ver contenidos relativos a ciertos tipos de música o de literatura en los medios generalistas? Es más, ¿por qué incluso en los informativos de cualquier canal televisivo parece habitual que aparezcan personajes tan insulsos y neutros como Rihanna, Beyoncé, Justin Bieber y demás por cualquier nimiedad mientras que artistas de verdad, de los que deberían trascender, solo aparecen si han fallecido -y en la inmensa mayoría de las ocasiones ni siquiera eso-? Y luego personajes mediocres, pintamonas y cercanos a la oligofrenia como cierto tipo, famoso únicamente por ser el marido de una cantante de aquel invento llamado “La Movida”, están teóricamente representando de cara a esa inmensa mayoría de la sociedad que no tiene ni idea de lo que es el rock precisamente la imagen de lo que es un rockero. A mí es que la incultura de este personaje no me hace ni gracia, me da vergüenza ajena y sobre todo pena. Pero parece que todavía hay mucha gente que le ríe las “gracias”. Vosotros mismos.
PD: Sentimos si hay alguien a quien le pueda resultar insoportable la foto que ilustra este artículo, pero también le felicitamos por dar muestras de una compasión de la que nuestro Gobierno parece carecer.