Algo especial tiene el blues que de tanto en cuanto nos da jovencísimos prodigios de la guitarra, como quien hoy nos ocupa, Quinn Sullivan. Porque sin haber cumplido todavía los 18 años -lo hará el próximo mes de marzo-, este chaval de New Bedford, Massachusetts, va ya por su tercer disco. Y no solo eso, sino que ha compartido escenarios con figuras como Buddy Guy -algo así como su protector desde que coincidieran en el backstage cuando era solo un niño y el bluesman de Chicago le invitara a unírsele en el escenario tras verle tocar-, Eric Clapton, Los Lobos, The Roots, Tedeschi-Trucks Band, Joe Bonamassa, BB King o Billy Cox (con este último ha participado en varias ediciones del Experience Hendrix Tour).
Grabado en el reconocido Blackbird Studio de Nashville, “Midnight Highway” ha sido producido por Tom Hambridge. La conexión Buddy Guy sigue presente, puesto que el productor también ha trabajado con el músico y llevó consigo a varios de los músicos que participaron en los discos que realizaron juntos: Michael Rhodes y Tom Macdonald al bajo, Rob McNelley a la guitarra y el que formara parte de los Double Trouble de Stevie Ray Vaughan, Reese Wymans, a los teclados.
La juventud de Sullivan le juega sin embargo alguna que otra mala pasada. No cabe ninguna duda de que el joven domina la guitarra y que es un vocalista más que solvente, pero entre los trece temas de los que se compone el disco se desliza algún que otro corte poco recomendable. Canciones como la fofa “Tell Me I’m Not Dreaming” o “Lifting Up”, que más parece una canción de moda en las listas de éxito mainstream y donde juraría que se ha aplicado un leve efecto de vocoder a la voz, le hacen un flaco favor de cara a conquistar a los seguidores del blues rock. “Eyes For You” y “Going” se acercan a la balada acústica, algo que no debería ser objetable salvo por el pequeño detalle de que parece desequilibrar peligrosamente la balanza hacia el terreno de lo comercial. Canciones como “Crazy Into You”, la casi garagera “Rocks”, la sureña “Buffalo Nickel” o el tema título -donde por cierto encontramos un gran trabajo vocal- intentan volver a equilibrarla, pero no sé si lo consiguen. En este contexto la versión de “While My Guitar Gently Weeps”, a pesar de ser meritoria, se queda en mera anécdota.
Supongo que esa juventud de la que hablaba antes hace de Sullivan un músico más desprejuiciado que lo que pueda ser yo como oyente; imagino que si el chaval no vive en un bunker cultural, como parece ser el caso de los aficionados al rock y al blues de cierta edad, también se habrá visto expuesto a estilos que yo nunca voy a llegar a comprender y mucho menos apreciar. Así que igual algún día me tengo que rendir a la evidencia y asumir que estoy algo demodé y que el futuro de la música que me gusta para por este tipo de mezcolanzas sin ningún sentido, pero también espero que Sullivan y otros se olviden de experimentos y nos colmen de buena música durante las próximas décadas.