Tarde y mal llega “Shin Godzilla”. Los directores Hideachi Anno y Shinji Higuchi traen la vieja historia de Godzilla una vez más dejando de lado la versión de Gareth Edwards en la que Godzilla era nuestro amigo y peleaba en favor de la humanidad o la anterior que es mejor olvidarla porque directamente sodomizaba al personaje. Los estudios japoneses Toho se han hecho con la franquicia para darle vidilla y devolverle la esencia de bicho malo con cabeza de perro y sin demasiada personalidad.
Este Godzilla (Gojira para los japonoides) es el viejo autista que va del punto A al punto B arrasando con todo lo que se encuentra por el camino, en este caso la ciudad de Tokio. La trama se centra en cierto modo en las tareas burocráticas necesarias para desencadenar una respuesta ante el desastre que algo como Godzilla podría plantear. Fracasada la respuesta militar, veremos el juego que proponen como trama.
Y aquí empiezan los problemas.
Podríamos decir que todo tiene un tono pretendidamente semirealista a la manera de un documental bien hecho: tratan de vendernos mucha carga científica a la par que administrativa. El metraje se antoja excesivo; no hablaremos de las sobreactuaciones porque van con la región de factura y cualquiera habituado a ver obras de estas latitudes sabe a lo que se expone. También la colocación de la cámara recuerda mucho a la de los animes en general y mucho a “Neon genesis Evangelion” en particular.
El monstruo, impecable, imponente e incluso sorpresivo, comienza siendo una anguila con aspecto mongoloide que se arrastra como lo hacía DiCaprio en “El lobo de Wall Street” tratando de llegar a su deportivo en plena pasada de rosca, para más tarde ir mutando al monstruo que conocemos. La factura de efectos especiales impecable, han sabido traer a la pantalla los efectos de luces y explosiones solo dibujables en el comic y la destrucción de la ciudad deja en pelotas a los apocalipsis recurrentes en las cintas de Emmerich.
Godzilla, nacido de la pesadilla por bombardeo nuclear era un reflejo de los terrores de la sociedad japonesa en parte a la modernidad y en parte a todo lo previamente sufrido; si bien en “Shin Godzilla” esto queda reflejado, lo cierto es que por momentos parece que estemos más ante un ejercicio catártico del recuerdo de la catástrofe de Fukushima y el tsunami que la creó.
¿Merece la pena verla? Sí. Es irregular y por momentos aburre, la banda sonora es el peor despropósito que he tenido la desgracia de sufrir en muchos años, ridícula. Sin embargo ver arder Tokio bien vale una misa