Puede que la noticia de la concesión del Premio Nobel de Literatura 2016 a Bob Dylan pillase a muchos de sorpresa, pero no será porque no había voces que lo estaban reclamando desde hace años. Probablemente muchos también habrán puesto el grito en el cielo: ¿se puede considerar como literatura el trabajo de un letrista de canciones? En mi opinión, es evidente que en la música popular hay de todo -dejaremos al margen a las supuestas élites de la música clásica y del jazz, que no parecen sufrir de estas desconsideraciones-, buenísimos letristas y compositores vulgares, pero siempre han destacado figuras que han sabido expresarse en sus letras de un modo sublime.
Y en ese sentido, las letras del trovador de Minnesota, además de influenciar y conmover a varias generaciones, han sido objeto de estudio e incluso recopiladas en libro, como también han podido serlo las de otros ilustres como Van Morrison por ejemplo. Esto debería bastar para convencer a algunos de que la música, por muy popular que sea, es también una expresión artística (algo que ciertos ámbitos de “artisteo” parecen despreciar, aunque curiosamente haya muchos músicos que también practican -muy dignamente algunos de ellos además- artes como la pintura o la escultura). Incluso nuestro diccionario de la RAE parece ponerse del lado de los que opinan que la música popular no merece gran consideración, al definir melómano como “1. adj. Amante de la música, especialmente de la clásica“.
En el mundo anglosajón, mucho más abierto para estas cosas, no tienen tanto pudor en utilizar como una herramienta más para explicar la “historia de las costumbres”, la influencia que sobre la sociedad ha tenido la música popular que se desarrolló desde aproximadamente los años 50 del pasado siglo, aunque parece ser que en otras partes hablar en círculos más o menos académicos del pop y de sus figuras resulta todavía un tabú. Uno casi tan grande como el hablar del ocultismo y la parapsicología.
Es por esto que probablemente asistamos a un debate sobre si Dylan merece tal galardón o no, aunque probablemente deberían ser más discutidas otras categorías como la del Nobel de la Paz, con algunos ganadores de los últimos años francamente controvertidos. Aunque es más que probable también que al esquivo Dylan todo esto le traiga bastante sin cuidado.
La cuestión central de todo este debate para mí es la siguiente: ¿veremos por fin que la música popular sea dignificada al mismo nivel que otro tipo de expresiones artísticas? Tengo mis dudas, aunque espero sinceramente que así sea. Gran parte del arte contemporáneo parece (y ojo, digo parece) una verdadera patraña, pero vete a discutírselo a los más esnobs…