Puede decirse que “Señores del caos. El sangriento auge del metal satánico” posee desde hace tiempo el estatus de obra de culto dentro de la literatura musical. Y lo cierto es que no es para menos: independientemente de su contenido, en nuestro país no estuvo disponible hasta tiempos más bien recientes, lo que facilitó que las reseñas y comentarios fueran alimentando la fama de este libro. Y en cuanto a los acontecimientos que en la obra se relatan, tienen todos los ingredientes para atraer al público ávido de morbo.
Pero “Señores del caos” es algo más que un relato sobre la desquiciada escena del black metal escandinavo. Los autores nos cuentan, a menudo con la ayuda de los propios protagonistas, de investigadores policiales o de estudiosos del tema, una serie de hechos que sacudieron a la sociedad noruega y que incluso llegaron a tener su influjo en otras partes del globo, algunas cercanas pero también otras más distantes. Y no solo eso, sino que nos muestran los bandazos ideológicos de algunos de estos protagonistas (principalmente Varg Vikernes, figura clave en el movimiento del black metal; podría decirse que el discurso de la obra está vertebrado básicamente en torno a él), sus evidentes contradicciones e incluso sus pueriles intentos de justificación. Porque pueril habría sido también el punto de partida de esta escena, desde el satanismo y el anticristianismo más infantiles… si no hubiera sido porque entre sus filas había gente verdaderamente desquiciada que perpetró toda una serie de actos criminales probablemente por demostrar únicamente lo extremos que eran.
Desde este punto de vista, y sobre todo a partir de aproximadamente el segundo tercio de la obra, “Señores del caos” se convierte casi casi en un estudio sociológico (si bien alguna parte, como la dedicada a la “escena” en los Estados Unidos, no aporta más que sensacionalismo y ninguna relación demasiado evidente con el black metal). Es aquí donde me consta que algunos lectores se sintieron defraudados, pero lo cierto es que Moynihan y Søderling realizaron un exhaustivo trabajo digno de elogio.
Por supuesto que no todos son de la misma opinión, comenzando por el propio Vikernes, que en un texto del año 2004 fácilmente localizable por internet tira por tierra muchas de las afirmaciones que se encuentran en la obra, calificándolas de mentiras y montajes. Tenga razón o no, es interesante leer sus opiniones sobre la obra y sobre todo su explicación de cómo surgió la escena original del black metal y contra qué se reveló exactamente (Vikernes lo reduce todo a su rechazo a la comercialización que había sufrido el death metal de la época).