Cuenta la leyenda que siendo prácticamente un adolescente, Gary Hoey recibió una llamada para hacer una audición para la banda de Ozzy Osbourne. Aunque finalmente sería el también jovenzuelo por aquel entonces Zakk Wylde el que se llevara el gato al agua, Hoey se mudó igualmente a Los Angeles por consejo del ‘Príncipe de la Oscuridad’ para iniciar una carrera seria en el mundo de la música.
Su primer álbum sin embargo fue todo un fracaso, arrastrado por el tsunami del grunge que barrió de una súbita oleada a prácticamente toda la escena hard rockera que triunfaba en el momento inmediatamente anterior. Casi como un pasatiempo y sin apenas presupuesto, Hoey decidió editar después un disco instrumental que, curiosamente, alcanzó cierto éxito. Posteriormente llegarían diversas bandas sonoras hasta que llegamos a 2016 y la edición de “Dust & Bones”.
El vigésimo álbum de Gary Hoey está dedicado íntegramente al blues. Claro, que teniendo un guitarrista con el background de Hoey, es normal que estemos ante un disco de blues con un fuerte sentimiento hard rockero. La cabra tira al monte y a Hoey le resulta imposible esconder de dónde procede. Y en este caso no lo mencionamos como un demérito ni mucho menos. Es más bien todo lo contrario, porque dada la saturación de guitarristas de blues rock que pululan por ahí actualmente, es necesario aportar un toque diferencial que destaque sobre el resto.
De este modo, nos encontramos con un disco que en algunos momentos está más cercano al hard que al blues rock propiamente dicho. Y valga como botón de muestra la colaboración de Lita Ford en el tema “Coming Home”, uno de los más pausados del álbum por otra parte. Pero Hoey se maneja a la perfección entre ambos estilos, demostrando aquella máxima que dice que todo rock debe de tener algo de blues. Tal vez por ello “Born to Love You” me recuerde tanto a ZZ Top. Notable.