Cojones (Según la R.A.E): Interjección malsonante coloquialmente usada para expresar diversos estados de ánimo, especialmente extrañeza o enfado.
(“me empiezo a cansar de respetar las reglas… voy a empezar a ser un cabrón”)
“Cojones” es un doble salto mortal con tirabuzón donde Santi Campos no solo se reinventa, sino que además lo hace editando su mejor disco hasta la fecha. Lo hace prescindiendo de su banda habitual, los “Amigos imaginarios”, pero con la ayuda de un plantel de lujo: Nacho García (Jero Romero, Cooper, Jacobo Serra), Julián Saldarriaga (Love of Lesbian, Mi Capitán), Martí Perarnau (Mucho, Zahara) y Ricky Falkner (Egon Soda, Standstill).
Después de un parón de casi cuatro años, que se temía definitivo, poco queda del Santi Campos que conocíamos, esto es pop de autor confesional con querencia por la americana y el folk anglosajón, arreglos orgánicos y preciosistas y letras introspectivas. Hay un cambio de óptica más que patente, la mirada se proyecta hacia fuera y se percibe el enfado, el desengaño e incluso la rabia. Donde antes había letanías ahora hay proclamas. Las canciones tienen más músculo que nunca, con una sección rítmica impecable y unos arreglos donde tiene cabida la electrónica y el ruido o la cacofonía, que a su vez empastan perfectamente con las armonías de las canciones. Véase como ejemplo el inicio de “Corazón de Cuerda” (sin duda todo un cambio de paradigma procedimental), que junto con “Lento” (donde consigue unir el clasicismo de su repertorio pretérito con una guitarra esquizofrénica y una base electrónica con un ritmo frenético), el coqueteo free jazz de “Hasta que sangre” o “Gigantes”, son de lo mejor del disco.
Pero “Cojones” cuenta también con un reverso más acústico como en “Fotos de Familia”, donde Campos sigue emocionando, pero donde antes nos hubiéramos encontrado un arreglo de cuerda o un limpio arreglo de piano, ahora hay una voz distorsionada o una guitarra disonante irrumpiendo intermitentemente. Y es precisamente en ese contraste entre belleza y “feísmo” donde reside el mayor encanto del álbum (y lo emparenta con gigantes como Sparcklehorse a la vez que lo aleja de la acepción de cantautor más rancia), que hace que el conjunto crezca (esto puede parecer un tópico o una frase manida pero no por ello deja de ser cierto) a cada escucha.
Como ya he dicho puede sonar a tópico pero este es un disco que se sale de la zona de confort de su autor y donde otros fracasan estrepitosamente Santi Campos sale más que airoso, exultante. Como elemento individual, “Cojones” está entre los mejores discos de lo que llevamos de año, pero situándolo en el contexto de la obra de alguien que no ha dejado de crecer a cada paso y que ha hecho bandera de su inconformismo y su negativa a la autocomplacencia, este álbum, cuya preciosa portada es la guinda del pastel, adquiere un valor adicional y lo convierten en casi imprescindible para cualquier melómano que se precie.