Lunes 7 de diciembre
Sala JJ Copas; Ponteareas
Nada más abrir el ojo, se cumple uno de mis temores: afonía. Los kilómetros, tres conciertos seguidos y dormir lo justo pasa factura. Es en estos momentos en los que te das cuenta de que no eres un profesional, que no sabes guardar fuerzas y que te entregas a tope sin pensar en el mañana. No he aprendido a dosificarme y aunque lo tengo como asignatura pendiente hoy no me va a servir de mucho.
Tocamos en el mismo sitio en el que despertamos, así que aprovechando que no hay que viajar, me quedo en la cama y no bajo a desayunar con el resto de la banda. Trato de guardar fuerzas y esperar que la cosa mejore. Estoy nervioso y tengo miedo a no dar la talla. Cuando tocas en una banda y eres el cantante puedes hacer quedar mal a todo el grupo; siento el peso de la responsabilidad.
Poco a poco me voy sintiendo algo mejor y me doy una ducha. Como tenemos tiempo decidimos ir a comer a Tui, para hacer un poco de turismo. Descubrimos un menú del día a 6 euros, no les engaño lectores; a 6. Comemos de maravilla, pero no puedo evitar tener mi maldita afonía todo el rato en la cabeza. Intento no hablar, como si quisiera guardar la voz para el concierto de la noche. No participo de los chistes ni de las bromas del resto de la banda y solo quiero volver al hostal para dormir un poco más. Así lo hacemos.
El concierto es tarde, pero la prueba es a las 9 de la noche. Apuro hasta esa hora y nos dirigimos a la sala. El JJ Copas es un sitio grande, con posters de álbumes míticos del rock and roll y con televisiones que proyectan conciertos de bandas históricas. Tiene un buen escenario y una sola pega. La sala donde se toca está en el piso de arriba, así que hay que subir todo el backline por una escalera. Nos gustaría que inventaran el backline hinchable, pero como eso no es posible subimos todos los hierros y amplis con el mejor humor que nos queda. Probamos sonido rápidamente y nos llevan a cenar a un restaurante precioso, con fotografías de participantes en Freak Shows americanos de principios del siglo XX. Un sitio curioso, con una comida espectacular.
Durante la cena, sigo con mi miedo. Apenas he hablado en todo el día pero la cosa no ha mejorado demasiado. Al llegar a la sala, decido apostarlo todo al Bourbon. Unos tragos para calentar la garganta antes de subir y ver si soy capaz de aguantar el concierto.
Empezamos con algo de retraso, y en cuanto comienzo a cantar el primer tema sé que todo va a ir bien. No tengo buena voz, está rota, pero busco otras melodías y me doy cuenta de que soy capaz de afinar así que me quedo tranquilo. Tras el primer tema me giro a la banda, les miro y les digo que va a ser un gran bolo. Y así es. La sala cada vez está más llena de gente que escucha la fiesta que se está montando arriba; damos un bolo de más de dos horas, acabamos con ovación y tocando todo lo que nos queda en el repertorio.
Al bajar del escenario estoy exhausto, pero voy directo al puesto de merchan y vendemos casi todo lo que queda. Volvemos sin camisetas y con algún cd. Sigo sin poder hablar, pero eso ya no importa. Ha sido una gran noche y me llevo de positivo que tengo la capacidad de responder en situaciones difíciles.
Apenas una cerveza más, cargamos y volvemos al hostal. Estoy contento; la gira ha terminado con éxito y mañana veré a mi mujer y a mi hija.
Leer la primera parte de The Kleejoss Band: Diario de una gira aquí.
Leer la segunda parte de The Kleejoss Band: Diario de una gira aquí.
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