Hay algo en Cracker que les hace ser una de las bandas más especiales de la escena. Porque aunque lo único inmutable en el mundo de Cracker sea la presencia sempiterna de Johnny Hickman y David Lowery, aunque los músicos se vayan sucediendo en cada nueva visita, todavía estoy por ver un mal concierto suyo (y con el del pasado jueves creo recordar que van ya cinco) o leer una mala crítica. Puede que sus discos no hayan estado especialmente inspirados desde, tal vez, “The Golden Age”, pero amigos míos, siempre son capaces de colar al menos una canción que te ponga los pelos de punta en todos y cada uno de ellos. Y actualmente pocas bandas son conscientes de que en último término se trata precisamente eso, de centrarse en escribir buenas canciones y no únicamente explotar un sonido o seguir una fórmula.
Ahí es donde creo que radica el secreto de Cracker, en que es una banda orientada a la composición de canciones; y por muchos músicos que vayan y vengan, un concierto de Cracker siempre va a sonar a un concierto de Cracker. Porque Cracker SON sus canciones. Y da igual que la visita a Zaragoza vaya a ser probablemente una de las más flojas de toda la gira en cuanto a respuesta del público, porque la banda sabe lo que tiene que ofrecer para dejar extático a su fan durante la hora y cuarenta minutos que aproximadamente estuvieron sobre el escenario de Las Armas.
Probablemente a estas alturas de texto muchos pensarán que exagero. Sinceramente, me importa un bledo. Yo sé lo que significa esta banda en mi vida y el estado de felicidad en el que me sumieron durante todo su concierto. Un concierto en el que se inclinaron primero más por su faceta más country y reposada; pero no seré yo el que se queje, estuve al borde de las lágrimas durante toda “Another Song About the Rain” por ejemplo, aunque no parecía ser del gusto de gran parte del público; sin embargo, cuando la banda tornó a su lado más rockero, con Lowery cambiando la guitarra acústica por la eléctrica, el concierto acabó de despegar como un cohete (repito, no para mí que de Cracker me gustan hasta sus andares y para entonces ya estaba a dos palmos del suelo). Se les puede acusar de exceso de profesionalismo, de olvidarse de temas que deberían tocar en todos y cada uno de sus conciertos (¿pero qué banda con una carrera más o menos larga no se deja alguno de esos “fan favourites”?), pero desde luego lo que no se puede decir es que ofrezcan conciertos flojos. No, eso no va con ellos y el pasado jueves nos lo volvieron a demostrar. Por muchos años.
Abría la velada Juana Fernández, joven artista que acaba de lanzar su EP de debut “Golden Hearts”. Un inmejorable comienzo que sin embargo muchos se perdieron por esa estúpida costumbre de acudir a los conciertos tarde. Desgranando los temas del citado EP más algún otro propio y versiones de artistas como Johnny Cash o Fleetwood Mac, Juana y su banda dejaron prendado al público con su música de inconfundible aroma norteamericano. Lo dije en mi reseña y lo vuelvo a decir ahora: tengo la impresión de que estamos ante una artista que en unos años se considerará imprescindible. Y su directo no fue más que la reafirmación de esa idea. La banda suena conjuntada -a pesar de ser su tercer concierto junto a Juana, los músicos ya llevan años tocando juntos y eso se nota-, Juana reproduce sin ningún tipo de problema lo registrado en estudio y las composiciones tienen mucha calidad. ¿Se puede pedir algo más? Si acaso un repertorio propio más amplio, aunque no deberían sentir ningún tipo de presión al respecto porque van por el buen camino.