En las últimas semanas, Motörhead se han visto obligados a interrumpir dos conciertos de su gira norteamericana, uno en Utah el jueves 27 de agosto (del que os dimos buena cuenta prácticamente en directo aquí), y otro en San Antonio el martes 1 de septiembre (leer noticia aquí). Y en el momento de redactar estas líneas, parece claro que el resto de la gira de presentación de “Bad Magic” se va a suspender para que Lemmy Kilmister pueda recuperarse adecuadamente del mal de altura del que viene sufriendo desde que la banda pasó por Colorado (?).
La oficina de Motörhead podrá venderlo como le dé la gana, que para algo les pagan, pero uno se pregunta si no sería más fácil que Lemmy asumiera que, a su edad y con los problemas de salud que sufre en la actualidad, lo más sensato sería quedarse en casa sacándole brillo a sus insignias de guerra alemanas.
Porque alguien que, recordemos, este próximo mes de diciembre cumple los 70 años, con toda una vida dedicada al Rock and Roll (y a sus excesos, que es importante recordarlo también), ya ha hecho más por la causa de lo que haríamos muchos otros incluso disfrutando de cuatro vidas extra.
Probablemente, conociendo al personaje, Lemmy quiere estar hasta el último de sus días subiéndose al escenario. En condiciones de salud normales, aunque sufiera sus pequeños achaques, esto sería encomiable, pero dado que es incapaz de ofrecer más de tres o cuatro canciones, lo suyo sería que pensara en los fans, los que están asistiendo con el corazón encogido a esta rápida decadencia física que amenaza con arrebatárnoslo más pronto que tarde.
Sí, seguro que muchos después de leer estas líneas me tomarán por un agorero o incluso un oportunista, pero dejad a un lado los prejuicios de fan, quitaos la venda de los ojos y celebrad el legado de Lemmy y de Motörhead por encima de todas las cosas. Un legado que, de seguir las cosas igual, acabará dejándonos un regusto agridulce.