‘Fargo Rock City. A Heavy Metal Odyssey in Rural Nörth Dakota’ de Chuck Klosterman

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Discrepo bastante con Chuck Klosterman en varios de los conceptos fundamentales que maneja en este libro, convertido ya en todo un clásico de la literatura musical contemporánea. Principalmente discrepo con su concepto de Heavy Metal, que para él parece que se centre casi exclusivamente en las bandas estadounidenses, y más concretamente en las de los años 80; pero también en su consideración hacia alguno de los grupos que surgen durante las páginas del ensayo o la misma inclusión de algunos nombres dentro de la etiqueta de Heavy Metal. Para mí es mezclar churras con merinas y me recuerda a esas veces que me han llamado heavy por mi tal vez excesiva afición a vestir con ropa oscura.

Sin embargo, y aunque yo nunca podré identificarme con diversiones como la de dar vueltas a un pueblo de granjeros conduciendo una pick up por ejemplo, sí que puedo hacerlo con muchas otras de las anécdotas que cuenta Klosterman en la obra. Y ¡qué demonios! ¡Además el tipo tiene bastante gracia!

El lector que creciera durante los años 80 y fuera aficionado al Heavy, al Hard Rock o como se lo quiera denominar, puede verse reflejado en muchos de los momentos que repasa Klosterman. Personalmente recuerdo con inopinada vividez haber pasado por situaciones similares a otras que cuenta Klosterman, aunque él sea algunos años mayor y que yo viviera algunas de estas cosas de “segunda mano” gracias a ser el pequeño de la familia. O tal vez mis recuerdos sean hasta cierto punto “fabricados” de manera inconsciente, pero eso es ciertamente irrelevante, porque es precisamente ahí donde se puede establecer la conexión con el autor y la obra y poco me importa que esas vivencias no sucedieran exactamente como las recuerdo.

El caso es que no me imagino disfrutando de “Fargo Rock City” de haberme introducido en el mundo de la música durante los 90 con la era alternativa. Probablemente todo aquel ajeno a aquella época y aquella escena será incapaz de entender la mayoría de las bromas, las ironías y los chistes ocultos entre las páginas del libro. Y mucho menos comprender por qué, a pesar de que el autor sabe reírse de toda aquella etapa, a la vez reconoce su importancia, y eso arriesgando su reputación, ya que todavía parece mal visto ser seguidor de ciertos estilos por la “intelligentsia” musical oficial (léase gran parte de la crítica y los sectores del público más arrogantemente ignorantes). Porque recordemos que estamos hablando de un crítico de cierto renombre en su país.

En cualquier caso, una lectura obligada para los que fueron metalheads adolescentes entre mediados de los ochenta y primerísimos noventa y para todos aquellos aficionados lo suficientemente desprejuiciados como para disfrutar con aquella escena, pero no de manera sarcástica. Y aunque servidor se ha chupado la edición anglosajona, no temáis porque existe traducción en castellano que no os costará localizar, ases del Google.

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