Fernando Alfaro es una rara avis, una anomalía dentro del indie. El inicio de su carrera en Surfin Bichos, le pilla en tierra de nadie, entre los dos movimientos musicales con más repercusión de final del siglo veinte, y por ende más sobrevaloradas: la movida y el indie. Surfin Bichos fueron unos pioneros, pero fueron otros los que cosecharon el éxito. Demasiado rock y mayores para el indie (entonces protagonizado por jovenes universitarios de clase media que cantaban en inglés), demasiado iconoclastas y punk para el mainstream, fueron Los Planetas, que comenzaban cuando estos daban sus últimos coletazos, quienes recogerían el testigo y también quienes cosecharían las mieles del éxito que a estos les habían sido negadas.
Tras la disolución de Chucho y un disco con Los Alienistas que dejó canciones tan memorables como “Problemas de sueño”, “Luz de gas” o “Con las manos en la sangre”, pero cuyo conjunto queda por debajo de la media, y por ende, pasa bastante desapercibido, Alfaro abandona Albacete, rotura sentimental de por medio con Isabel León (Burrito Panza, Is), para asentarse en Barcelona. De la unión con Raúl Fernández Refree, nace un disco como “La vida es extraña y rara” donde abandona su imaginario bíblico para sustituirlo por realismo sucio, canto a la muerte en “Extintor de infiernos”, oda al nuevo amor “Teléfono de atropellados”. Un disco con buenas canciones, (excelente “Camisa hawaina de fuerza”) pero al que la producción, aseada en exceso, no le sienta nada bien.
“Saint-Malo”, un disco bastante más luminoso (todo lo luminoso que Alfaro puede llegar a ser, al menos) sigue con un planteamiento sobrio, nada de los escarceos electrónicos de Chucho, pero a diferencia de su predecesor, aquí sí parece haber un grupo de rock al uso, respaldando las composiciones. De hecho, casi todos los músicos, a excepción del bajista, que también es el productor del disco, están con Fernando desde el anterior trabajo.
“Velero” es el gran pildorazo pop del disco, una mezcla entre la vitalidad de “Magic” y “Camisa hawaiana”, “Tempos fugit”, probablemente la mejor canción de este disco, junto a “La luna aplastada” podría haber entrado perfectamente en el último disco de Chucho, “Koniec” y “Me hiere, no me hiere”, o “Se aniquila piso”, son grandes muestras de que el de Albacete sigue siendo un gran letrista. En “El ascensor de Herodes”, como “Arrancándome las vías”, las más guitarreras y punk, se constata lo bien que le sienta a San Alfaro la mugre y la electricidad. Por desgracia no todo son vino y rosas, algunas como “Eso fue todo” o “Bonita fiesta verdad” pecan de simples y retoman líneas y melodías explotadas en demasiadas ocasiones. Y es que el mayor pecado de Alfaro es compararse con el mismo. Alguien que ha entregado clásicos como “Revolución”, “Fuerte” o “Comida china y subfusiles” tiene un listón, quizás demasiado alto. Probablemente si este álbum fuera de otra persona, el tono sería mucho más entusiasta. Aun así “Saint Malo” entrará en la lista de lo mejor del 2015 porque un disco menor de Fernando Alfaro sigue siendo un gran disco. Y aunque este disco supera a su predecesor, aún está demasiado lejos de “Los Diarios del Petróleo”. Así que a la espera de saber si finalmente los resucitados Chucho sacarán material nuevo o no, me pongo otra vez “La luna aplastada” y la añado a la lista de canción del año. Y es que Alfaro además de ser una etiqueta, un estilo en sí mismo, también es una debilidad, ¡y qué gran debilidad!