Precedidos por inmejorables críticas de sus descargas en otras paradas de este tour, los norteamericanos Crobot cerraban gira la noche del pasado sábado en Zaragoza. Y a pesar de ser la segunda noche consecutiva de lluvia en la ciudad, el público volvió a responder; parecía que había ganas de ver a los de Pennsylvania, convertidos en una de las nuevas sensaciones de la escena y cuyo futuro se presenta brillante y llamado a grandes empresas.
Abría la velada casi a traición -no estaba anunciado- un dúo local en el que figura el vocalista de Mama Kin, que únicamente con voces, guitarra acústica y armónica ofrecieron su primer concierto, compuesto por imaginativas versiones de artistas tan dispares como Ben Harper, Led Zeppelin o Black Crowes. Lamentablemente, el público no estaba muy por la labor y por momentos casi era más audible el chismorreo de la gente que la música que venía del escenario. Una pena, pero probablemente tampoco era la noche más adecuada para debutar.
Pasadas las 22:30 salían, ahora ya sí, Crobot al escenario de La Ley Seca. Y lo hacían como un elefante en una cacharrería, arrollando todo a su paso y provocando que toda la sala agitase las cabezas a la par. Ellos lo llaman “Dirty Groove Rock”, música para mover la cabeza y el trasero a la vez, y el sábado pudimos comprobar que esta definición que nos hizo el vocalista Brandon Yeagley cuando le entrevistamos es de lo más acertada.
Y ya que mencionamos a Yeagley, es de destacar el excelente estado de forma del cantante. Pocas veces se puede ver en directo a un vocalista que en el último concierto de la gira esté en plenas facultades, y menos a alguien con el potente registro del que hace gala el de Pottsville. Pero el resto de la banda no se queda atrás, con un Chris Bishop manejando riffs a su antojo e incluso interpretando alguno de sus solos subido a la barandilla que hay frente al escenario de La Ley Seca. Un guitarrista muy imaginativo que además cuenta para cubrirle las espaldas con una sección rítmica de lo más contundente, la compuesta por los hermanos Jake y Paul Figueroa.
Así, con el público sin dejar de hacer headbanging en ningún momento, fueron cayendo los temas de su único disco largo hasta la fecha, “Something Supernatural”, del que por cierto habían acabado la existencias: canciones como “Night of the Sacrifice”, “Nowhere to Hide”, “The Necromancer”, “Chupacabra” o “Fly on the Wall”, se mezclaban en el set list con algún tema nuevo como “Upon a Pale Horse” o “Full Moon Howl”, esta segunda ya en los bises, manteniendo siempre el estratosférico nivel impuesto desde el comienzo del concierto.
Y ese es precisamente uno de los handicaps de esta banda, que salvo un tema como “Queen of the Light”, el resto de su material se mantiene todo el rato en el límite, casi sin variación. Sin apenas medios tiempos o temas que se salgan un poco de esa tónica en la casi hora y media que la banda se mantiene sobre el escenario, pueden llegar a hacerse algo repetitivos en algunos momentos. Esto no quiere decir que fuese un mal concierto, ni mucho menos; sin embargo, es algo que deberían mejorar de cara al futuro si quieren convertirse en la gran banda que todos esperamos. Veremos por dónde nos salen con ese segundo LP que Yeagley comentó que estará listo en poco más de dos meses, pero de momento ya han prometido volver a visitarnos. A ver si es verdad.