Cargadito llegaba el viernes al centro de Las Armas, espacio que por suerte ha renacido gracias a sus nuevos gestores, ya que su infrautilización como lugar de conciertos hasta entonces resultaba sangrante. Y para comenzar el pasado fin de semana, el lugar tenía programado un triple concierto con tres bandas de muy diverso pelaje: los franceses The Buttshakers con su soul salpicado de momentos cercanos al rock; el blues primitivo mutado en rock de The Drip Dry Man and The Beat Revolver; y los pamplonicas (y donostiarra) Pow Pow Pows, que estrenan debut repleto de ecos de power pop y de la british invasion.
A eso de las 21:30 serían Pow Pow Pows los encargados de abrir la velada. Debido a la irritante costumbre que tiene el público de la ciudad de no presentarse a la hora a los conciertos -y eso que salieron incluso con quince minutos de retraso sobre lo anunciado-, Pow Pow Pows lamentablemente se vieron en la obligación de presentar sus canciones ante un local vacío. Solo ocho o diez tempraneros nos encontrábamos en la pista para cuando los curtidos Xabi “Señor No” Garre, Chechu Brainloster, Adolfo Alcocer y Jon Echávarri comenzaron con su cometido. Una verdadera lástima teniendo en cuenta que Pow Pow Pows demostraron sobre las tablas que merecían mucha mejor suerte. Xabi, Chechu y Adolfo se van alternando las voces principales (e incluso los instrumentos entre Adolfo y Chechu en “Muerte al asesino”) para ofrecer alrededor de una docena de canciones en las que los momentos power poperos se codean con algunos cercanos a The Who por ejemplo, todo aderezado con un potente sonido y con viajes a la soleada California. Durante unos 50 minutos la banda repasa las canciones de su debut, “Animales Fantásticos”, pero redondea el repertorio también con sendas versiones de The Kinks (una profundamente rabiosa “I’m Not Like Everybody Else”) y The Plimsouls (“Million Miles Away”), para acabar entre espasmos eléctricos de las guitarras, con Xabi y esa especie de cruce entre J Mascis y Neil Young que parece Adolfo Alcocer sacando chispas de sus instrumentos desde el suelo, incluyendo cuerdas rotas. Para entonces ya había unas cuantas personas más en la sala, pero desde luego insuficientes para el curriculum de los protagonistas y por lo ofrecido.
Con el tiempo justo para realizar los cambios perceptivos en el escenario, a las 22:30 le llegaba el turno a The Drip Dry Man and the Beat Revolver. Impecablemente vestido de traje (aunque la americana desaparecería a las primeras de cambio), The Drip Dry Man se mueve por el escenario con sorprendente soltura para alguien que se ha pasado años actuando como “one man band”. De hecho, no deja de bailar ni de “interpretar” las canciones ni un segundo. Robustamente respaldado por un trío de grandes músicos donde milita el espectacular batería de la Mark Lanegan Band, el provocador Drip Dry Man tiene espacio para actuar como un predicador loco en medio de un esforzado exorcismo, poner a la concurrencia de rodillas, ponerla a dar palmas o en aprietos cuando sin aviso previo salta del escenario y se pasea por la pista. La banda logra en directo un sonido mucho más contundente que en su debut “Fuck and Forget”, que si bien presenta una colección de temas más que recomendable, adolece de cierta asepsia en la producción. Algo que se agradece además, porque aparte de las claras influencias que nos vienen a la mente al escuchar ese debut, en directo debemos agregar también momentos de una oscuridad que nos recuerda a unos Creedence Clearwater Revival con un mal viaje de ácido. Tras una hora y varios falsos finales en los que The Drip Dry Man revisitó su carrera como “one man band” y se colgó la guitarra (parece que la banda no tenía muy claro el tiempo del que disponía), finalmente The Beat Revolver dejarían el escenario y un buenísimo sabor de boca a los presentes.
Tras esta intensa descarga, sería turno para The Buttshakers. Algo me dice que era la banda por la que había acudido la mayor parte del público, y el combo francés de soul encabezado por la sensual norteamericana Ciara Thompson respondería a la expectación, logrando que toda la sala se balancease y moviese sus caderas con sus cálidos ritmos. La frontwoman enseguida se despojó de sus bailarinas doradas para quedarse descalza, dirigiendo con su potente voz a una banda de grandes músicos que suenan perfectos, pero a los que quizás les falte algo más de grasilla y suciedad. No obstante, el grupo fue subiendo la intensidad rockera paulatinamente (incluso se atrevieron a versionar a Little Richard), a la par que se caldeaba el ambiente y se desencajaban caderas. A ello contribuyó que Ciara se pasease entre el público o que le reclamara a este réplica vocal. Sería finalmente una hora y cuarto de sudoroso desenfreno a cargo de una banda que, si bien no será la mejor del género, en directo sí que sabe cómo entretener y divertir a su público.