Un escaso publico se congregó la noche del miércoles ante el escenario de La Ley Seca para asistir a la propuesta de los norteamericanos The Flying Eyes, acompañados de Lazlo Lee and the Motherless Children. Ambas bandas procedentes de Baltimore (EEUU) están recorriendo Europa en una gira llamada “Baltimore invasion” y comenzaban el miércoles su periplo español recalando en la inmortal Zaragoza.
Abrieron la velada Lazlo Lee and the Motherless Children, que repasaron su primer trabajo, “Dirty Horns”, una sucia mezcla de garaje y blues que puede traer a la mente a unos White Stripes más suburbiales y picantes. Aunque son un trío, anoche se presentaron en formato dúo, con el incombustible Lazlo a la guitarra y voz y Cocaine Jim a la batería, echando de menos el bajo de Wang, que a buen seguro hubiera aportado algo de cuerpo al asunto. Pusieron ganas y prepararon el terreno para The Flying Eyes; sin embargo su sonido tiene demasiadas deudas y carece un tanto de identidad, pero que a buen seguro irán puliendo conforme adquieran algo de personalidad.
Pasadas las 22:30 subieron al escenario The Flying Eyes y la noche se transformó en un paisaje denso y frondoso lleno de sonidos saturados. La muralla sonora que Adam Bufano (guitarra), Mac Hewitt (bajo), Will Kelly (voz y guitarra) y Elias Mays Schutzman (batería) levantaron desde el minuto uno de la actuación fue tal que a parte del público le costó conectar con una propuesta áspera y oscura. Entre canción y canción el silencio tras los aplausos contrastaba con el altovolumen de las espesas guitarras que, como único punto negativo, diremos que restaban algo de riqueza respecto a lo registrado en estudio. Hipnóticos, sinuosos, con ocasionales estallidos cargados de distorsión y acidez, los de Baltimore retumbaban en tu cabeza sin compasión mientras el tiempo parecía que se mecía adelante y atrás, curvándose al antojo de las unas pedaleras usadas con sabiduría.
The Flying Eyes comenzaron su carrera ejerciendo una suerte de hardblues psicodélico que parecía cantado por un tétrico Jim Morrison reencarnado. Conforme ha pasado el tiempo, su sonido se ha ido acercando al hardrock, sin dejar de lado su parte psicodélica. “Lowlands”, su fantástico tercer largo, los acerca a sonidos que algunas bandas europeas están practicando, un sonido que en cierto modo ha transformado sus canciones anteriores para sonar más gruesas y compactas. Un claro ejemplo es la semiacústica “Lay with me” que anoche sonó transformada en un ejercicio de distorsión bastante alejada del original, pero igualmente efectiva. A lo largo de la actuación hubo tiempo para tocar temas de todos sus álbumes con especial atención a su segundo largo, “Done so wrong” (ellos saben que es su mejor tiro hasta la fecha), incluso para añadir alguna inédita que, previsiblemente, vaya en algún futuro trabajo.
Como puntos fuertes de la noche citaría la oscura y potente “Death don’t make cry”, con la que abrieron la noche, la arrolladora “Rolling Thunder”, la cautivadora retropsicodelia de “Winter” y la ya mencionada “Lay with me”, por nombrar cuatro claros ejemplos de lo que estos jóvenes de Baltimore son capaces. Incluso una inesperada y pasional versión de “1969” sonó en los bises, tras los cuales se despidieron del respetable, esperemos que a no tardar mucho.