Josh Rouse se encuentra inmerso estos días en una pequeña gira que le está llevando por varias ciudades españolas a interpretar el disco homónimo de Violent femmes, que data del ya lejano 1983. Esta gira se engloba dentro del ciclo “We used to party”, iniciativa del sello Houston Party que consiste en que artistas actuales interpreten sus discos fetiche sobre el escenario.
Esta vez el turno es para Josh Rouse, que como hace poco nos contó en una entrevista, eligió “Violent Femmes” porque es un disco que en su juventud escuchó sin cesar. Acompañado de Xema Fuertes a la percusión y Cayo Bellveser a la guitarra (The Long Vacations), reinterpretaron en orden el mítico disco (acabando con “Good feelings”, sin los dos temas extra de la edición en CD) con el máximo respeto y con entrega, aunque sin ninguna sorpresa.
Josh Rouse es un tipo que practica una música sensible y cálida, y el hecho de que se acercase al árido debut de los de Milwakee podría inquietar a más de uno. Sin embargo, estoy seguro que la revisión del álbum dejó un buen sabor de boca a todos los asistentes que, aunque con “Blister in the sun” todavía parecían un tanto ausentes, cuando sonó “Add it up” estaban totalmente entregados y, al menos en las primeras filas, subió la temperatura a base de bailes y empujones. Es encomiable el esfuerzo que Josh Rouse hizo para acercarse a la voz de Gordon Gano, intentando capturar ese tono punk y descarado que caracterizaba su manera de cantar, sin perder su propia personalidad en el proceso. Como anécdota, Marcos Junquera de Betunizer se ocupó de la percusión, dejando que Xema hiciera lo propio con el xilófono, durante el juguetón “Gone daddy gone”, otro de los temas más aplaudidos.
Con la tranquila “Good feelings” dieron por terminada la primera pare del concierto y, tras un breve interludio, la banda volvió al escenario para interpretar temas propios. Así, pudimos disfrutar de pequeñas joyas como “Lemon Tree”, “Julie (Come Out of the Rain)” o “Comeback”. Una segunda parte del show, por tanto, caracterizada esta vez sí, por la envolvente calidez de las composiciones de este valenciano de adopción. Un calidez que gana enteros en formato desnudo, tal y como nos las presentaron, y sin el artificio del que a veces pecan sus grabaciones de estudio, con producciones demasiados límpidas que, sin embargo, no logran ocultar que estamos, simplemente, ante grandes canciones.
En resumen, una noche con dos partes bien diferenciadas, algo inconexas en discurso, pero unidas por el buen hacer de los músicos y en especial de un Jonh Rouse sonriente que emanaba efluvios de felicidad contagiosa.