A priori prometía mucho el concierto de los suecos Kill! Kill! Pussycat!, estos días inmersos en su primera visita a España (la que también es su primera gira internacional, por cierto). Los chicos cuentan con buenos mimbres, como las influencias de la explosión rockera escandinava más reciente o su enérgica puesta en escena: el vocalista no paraba quieto, alternando movimientos de sus extremidades entre el tai-chi y el kárate con el más brutal headbanging; el bajista, que nos obsequió con una especie de striptease que acabó en un “calvo”, dejó su instrumento cubierto con la sangre que brotaba de sus maltrechos dedos; y el resto de la banda tampoco se quedaban atrás con los espasmos corporales propios de tan adrenalínica descarga.
No, no empezaron mal Kill! Kill! Pussycat! -a pesar de un sonido pésimo en el que una de las guitarras era prácticamente inaudible y de que predominaba la batería por encima del conjunto-, con un show electrizante y potente que les emparentaba más con Motörhead y los primeros Gluecifer que con la tradición altoenergética de sus compatriotas The Hellacopters. Pero cuando tras una justita media hora de descarga la banda dejó el escenario ante un atónico público y este desconcertado cronista, la sensación fue de un coitus interruptus total. Sensación que no consiguieron cambiar ni tras tocar un bis ya que el respetable siguió demandando más minutos cuando la banda dio por finalizado definitivamente el concierto tras 35 minutos de reloj.
Abrían la noche la joven banda local Inaceptable, sexteto con claras influencias del Hard Rock clásico con Thin Lizzy a la cabeza, alternando algunos temas propios con socorridas versiones de resultados desiguales. Para servidor resulta emocionante ver que todavía tenemos grupos jóvenes que reivindican este tipo de sonidos, pero les hace falta desarrollar todavía un estilo propio.