Rara vez sucede que un grupo al que conozco de nombre desde hace cosa de diez años continúe siendo una incógnita en cuanto a sus parámetros musicales. En su primera visita a tierras suecas, por fin llegó el momento de degustar a los canadienses Protest the Hero. Los tenía por una banda de metal-core técnico, pero ya desde el primer tema se hizo patente que tienen bastante de hardcore melódico, eso sí, enrevesado, como unos A Wilhelm Scream o los donostiarras Adrenalized, sin ir más lejos. Me gustaron y dieron la impresión de disfrutar de lo lindo, en especial su bajista. Su ocurrente cantante se marcó largos y jocosos comentarios, algo que solo se le perdona a John Speedo Reis (Rocket from the Crypt), o sea que en el futuro sería deseable algo más de concisión. Antes tuvimos a los británicos TesseracT que, si bien gozaron de la aprobación de buena parte del público, en mi opinión no llegaron a trascender, sino que se quedaron en tierra de nadie. Su logotipo tiene gracia, pues más parece decir Lesser Act, traducido libremente como grupo de menos categoría… lo cual no supondría faltar a la verdad. No obstante, les faltaba uno de los guitarras, o sea que quizás nos perdimos muchos matices. Otro aspecto curioso fue que el segundo de los combos, los también ingleses The Safety Fire, hacía poco más de un año que se dejaron ver junto a Between the Buried and Me y Periphery, pero no fui capaz de recordarlos hasta que me percaté de su nombre. Mala señal si es más memorable que su música, pero de lo que no hay duda es de que los desafinos de su cantante no se produjeron en la ocasión previa, porque eso no se olvida tan fácilmente. Con todo, entretuvieron, y no sólo por su arenga final (“Alabad a Satanás… y chupad polla”). Abrieron la velada otros que, al igual que The Safety Fire, son fieles discípulos del tapping y derivados, el cuarteto Intervals. Dos guitarras, batería y un vocalista bastante estático que, pese a la indignante falta de volumen, convencieron…. al menos el par de canciones que alcanzamos a ver. Y es que no se puede pasar por al alto el hecho de que, tras más de media hora de espera en cola, se desvelara el motivo de la tardanza: al tratarse de una sala municipal para el disfrute del público juvenil, la sobriedad era obligatoria, ¡hasta el punto de que se hizo soplar a todos y cada uno de los asistentes! Al parecer, este detalle no le constaba a la promotora del evento y los ha llevado a no programar más conciertos en dicho local, además de a recompensar en el futuro a quienes no se les permitiera acceder al recinto. Bonito gesto, pero lo de las colas es algo muy sueco a lo que no hay manera de acostumbrarse: antes de idealizar cualquier país, tened claro que nada es lo que parece.