Con el comienzo del año casi todos nos prometemos a nosotros mismos que vamos a hacer ejercicio, a aprender inglés, a cocinar o que realizaremos cualquiera de esas viejas aspiraciones personales de las que también pasamos en septiembre, justo después de las vacaciones. No nos engañemos, las personas no cambian. Y este año me sorprendería que fuese al contrario.
Año tras año nosotros nos planteamos qué sentido tiene todo esto y vosotros queridos lectores soléis ser partícipes de ello. El persianazo definitivo ha estado muy cerca en más de una ocasión (muchos también lo sabéis), pero por diferentes razones aquí hemos seguido. Aunque las recompensas escaseen, a veces todo merece la pena por cosas tan insignificantes como que Kirk Hammett marque como favorito uno de nuestros contenidos en Twitter.
Sin embargo hay algo contra lo que no se puede luchar, y es el dinero. Si me dieran un euro por cada persona que me ha comentado que quería una de nuestras nuevas camisetas… ahora tendría para unas cañas. Si además de decirlo las hubieran comprado, yo no estaría ahora escribiendo esta editorial. Pretendíamos sufragar parte de los costes de mantenimiento anuales con la inyección económica de esas camisetas. Nuevamente la realidad nos dio tal sopapo que todavía nos pita el oído izquierdo: la cantidad de camisetas que hemos vendido hasta el momento es tan ridícula que nos da hasta vergüenza decir la cifra. Y por supuesto, no da para mantener nada de nada.
Podríamos ser políticamente correctos y decir que estamos decepcionados, pero a veces es mejor ser brutalmente honestos y decir las cosas como son: estamos asqueados. Asqueados de todos aquellos a los que desinteresadamente hemos ayudado a lo largo del tiempo pero que cuando toca devolver el favor se hacen los orejas. Y no hacemos muchas de las cosas que hacemos para cobrarnos luego el favor, eso que quede claro. No va con nosotros mendigar tampoco, así que nadie espere que vamos a darles la tabarra.
Nos asquea también bastante toda esa gente que dice apoyarnos pero que a la hora de la verdad no mueve un dedo. Es como esas relaciones amorosas en las que una parte da mucho más que la otra supongo. Lo bueno es que nunca hemos sido vengativos.
Sin embargo que nadie se extrañe si de aquí a unos meses pasamos a ser un bonito recuerdo. Hemos amenazado tantas veces con cerrar que ya esto parece el cuento del pastorcillo y el lobo, lo sabemos. Pero el día que las circunstancias sean insostenibles no nos temblará el pulso. Eso sí, para los morbosos decir que nos iremos por la puerta grande y soltaremos mierda a paladas, stay tuned…
PD: Tal vez debamos asumir que un medio así no tiene ninguna viabilidad hoy en día, que no somos lo suficientemente buenos o que le importamos tres cojones a la gente. O todo a la vez.