Varias eran las incógnitas a despejar sobre la visita de The Barracudas de este pasado fin de semana. La primera, tal vez la más obvia, el estado de forma de la banda, que algunos rumores que me habían llegado calificaban como de no demasiado bueno. La segunda, la respuesta del público en una enésima “noche de transistores” que no acabó sirviendo para nada por mucho que Chris Wilson deseara suerte desde el escenario al equipo de la ciudad y que acabó siendo la más que probable razón de que el concierto comenzase con cierto retraso.
Finalmente y por fortuna, el cierre de esta mini gira de The Barracudas por España contó con una presencia bastante numerosa, aunque no masiva a pesar de que su última visita a la ciudad había sido allá por el año 1987. Presentes muchos supervivientes de la escena, como viene siendo tristemente habitual en los últimos años y no porque no tengan derecho, sino porque no se aprecia apenas relevo generacional. Y en cuanto al estado de forma… la banda presentaba “God Bless The 45″, su nuevo 7”, tema que también incluyeron en el set list aunque muchos echaron en falta algunos favoritos personales a pesar de los recuerdos a los Flamin’ Groovies, especialmente con el único bis que fue “Slow Death”. Antes de eso se despedían moméntaneamente para volver un minuto después con el indiscutible clásico “I Want My Woody Back”, coreado ampliamente por el respetable. Con un sonido adecuado, la banda se defiende estupendamente bien sobre el escenario, aunque la sensación al día siguiente es la de que tal vez les faltó algo más de tiempo.
De hecho dio la impresión de que The Barracudas se vieron obligados a acortar su set -tal vez por la hora-, y además asistimos a un “descanso” en principio no planificado cuando el batería Yan Quellien abandonó sin mayor explicación el escenario cuando todavía no se había cumplido la hora de concierto. Jeremy Gluck se encargó durante esos minutos de entretener a la audiencia cantando a capella. Un Jeremy Gluck por cierto que pasó más rato cantando entre el público (se apeó en la tercera canción y desde entonces prácticamente la mayoría de los temas los pasó subiendo y bajando), desafiando y abrazando a algunos de los presentes, que acabaron dejándole amplio pasillo en cada una de sus incursiones y que le rehuían como si se tratase de un Leo Bassi armado con un cubo de mierda.
Lo que no se puede negar, sin embargo, es que la gente disfrutó. Al menos aparentemente. God Bless the Barracudas.