Puede que la noche del sábado fuera gélida, pero el ambiente dentro de La Ley Seca era un hervidero después de que Dirty Names arrasasen sobre su escenario. Y eso que la banda nos dio un descanso de unos minutos dividiendo su set en dos partes, lo que hizo que la duración total se alargase hasta las dos horas. “Somos los Dirty Names y tocamos Rock ‘n’ Roll”: así, en castellano, se presentaron pasadas las 22:30 de la noche y así se presentarían de nuevo tras el citado descanso. Y eso, además de algunas gotitas de Funk y de Soul, fue justo lo que nos dieron: puro, vibrante y sudoroso Rock ‘n’ Roll que en directo bebe tanto de los Stones circa 1971-72 como de Humble Pie o Grand Funk. Imposible no acompañar sus ritmos con el movimiento de todo el cuerpo. Porque la de Dirty Names es un música que literalmente sube la temperatura de la sala, que incita al meneo y a la ingestión de cerveza y más tratándose de un sábado, la noche para el Rock por excelencia. Harrison Cofer, vocalista principal y guitarrista, y Kit Whitacre, guitarrista solista, no pararon de moverse en ningún momento, especialmente el segundo con su juego de piernas digno de todo un Rocky Balboa y sus epilépticos espasmos durante los solos. Ese es uno de los puntos fuertes de Dirty Names, que la banda no deja de moverse ni un segundo contagiando también al público, con momentos casi coreografiados (imagino que algunos los acusarían de “postureo”, pero amigos, esto es Rock ‘n’ Roll) y una sección rítmica compuesta por Matt Rose a la batería y Sam Wetterau tal vez más discreta pero igualmente importante en su labor de sostener todo el conjunto. Redondeando su repertorio con algunos temas no incluidos en su debut largo “Double Your Pleasure” y algunas versiones muy bien escogidas, la banda acabó su actuación pasadas las 0:40, no sin antes responder con una negativa educada pero a la vez hilarante a un tipo del público que probablemente no había entendido nada y pedía una versión de Neil Young. Y todos los demás más que satisfechos.