Probablemente hayáis visto en televisión una campaña publicitaria de un coche protagonizada por un conocido grupo español de la escena independiente. Vaya por delante que no tengo nada que objetar, Iggy Pop aparece también estos días en nuestras pantallas en un anuncio de perfume (y ha protagonizado anteriormente otros), y no es excesivamente raro ver a otros iconos como John Lydon por ejemplo protagonizando anuncios. Al fin y al cabo, hay que comer.
Y es que parece que lo “indie” está de moda y que asistimos a una especie de resurgir de la escena independiente, signifique lo que signifique esa denominación. Probablemente lo más útil sea categorizar así al grupo de bandas que editan sus discos en sellos no multinacionales, normalmente de ciertas tendencias musicales no demasiado vendibles en el “mainstream” (signifique lo que signifique eso también). Vamos, que nos encontramos ante una nebulosa que nos cuesta definir, pero cuyos límites parecen claramente delimitados. Porque está meridianamente claro qué podemos definir como grupo indie y qué no, ya que el término se lo apropiaron hace algunos lustros ciertas corrientes musicales bastante concretas de querencias más bien “poperas” y de una extracción económica más bien acomodada. Resulta curioso, ya que todo el tema del DIY, verdadero germen de la industria discográfica independiente, proviene de la escena Punk, pero todo el mundo parece tener bien claro que el indie (os recuerdo que el término viene de “independiente”) es una cosa y todo lo demás otra. No dejo de ver cierto exclusivismo estomagante en todo esto, aunque tampoco será menos cierto que muchos grupos que podrían encasillarse dentro de la “escena” (si es que existe algo que podamos llamar así) se sentirán horrorizados con tal categorización.
Pero volviendo al asunto, parece que la etiqueta “indie” vende. Y no solo hablando en términos estrictamente musicales sino en cuanto a cultura en un término más o menos amplio, incluyendo incluso la moda. Medios masivos, y no daré nombres, se visten de independientes para atraer a una chusma de listillos que normalmente desprecian todo lo que a su juicio es indigno; y por el otro lado, medios pretendidamente independientes se zambuyen sin remilgos en el mainstream porque eso son ventas y/o visitas, contando por supuesto con el beneplácito de la chusma de listillos, que los jalean porque evidentemente son “de los nuestros” y reivindicar artistas multitudinarios les da credibilidad (todo lo contrario que en las escenas menos Pop y más Rock, pero ese tema hoy no toca).
Nuevamente nada que objetar, a cada cual lo suyo. El problema reside en que parece estar creándose una especie de sistema de clientelismo, por medio del cual algunos encargados de promoción dan bula papal a los medios generalistas, da igual el público objetivo al que vayan a llegar con ello, mientras que algunos medios verdaderamente independientes se están quedando con las migajas, si es que quedan. Pero siguen contando con el marchamo de autenticidad, por supuesto, porque al fin y al cabo son “independientes” de boquilla y la mayor parte del público es ignorante a los tejemanejes promocionales que ocurren en las cloacas del sistema. El resultado final es que la uniformización del pensamiento, sea o no algo orquestado desde no se sabe muy bien dónde, es algo imparable que también está alcanzando las capas que, por definición, deberían ser más contestatarias con el “establishment”. Lo que dicen ciertos panfletos “culturales” incluidos con el periódico del viernes o alguna que otra gacetilla de internet va a misa, y nadie se plantea que les puedan estar colando lo que interesa que se cuele. Y todo lo que se salga de ahí, salvo tal vez algunos escasos ejemplos, está condenado de antemano por cutre, por no ser “tendencia” (otro bonito término) o simplemente por puro desconocimiento. Así llegamos a situaciones en las que cien mil borregos abarrotan un festival porque es “dónde hay que estar” para ser el indie perfecto, y la música que haya programada para esa edición nos la podemos pasar por el arco del triunfo. El paralelismo con lo religioso-litúrgico es evidente, pero juzgar eso os lo dejo a vosotros.