Esta semana Tommy Lee, el batería de Mötley Crüe, ha comentado en una entrevista que no está interesado en grabar más discos completos, ya que no se venden. Aunque lo mismo dijo hace unos años Gene Simmons y desde entonces KISS han grabado un disco y están preparando otro. Por otro lado, la semana pasada se hicieron públicos los datos de ventas en Estados Unidos de las reediciones especiales de “Blizzard Of Ozz” (1980) y “Diary Of A Madman” (1981), los dos primeros discos de Ozzy Osbourne. En su primera semana a la venta, ambos alcanzaron cifras que rondaban los 6.000 ejemplares cada uno. Recordemos que recientemente se filtraron los datos de ventas en España y que aquella semana Maná alcanzaron el número 1 con alrededor de 15.000 copias. Si aquello nos parecía poco, esto ya directamente es ridículo. Porque aunque hablemos de reediciones, no creo que haga falta comentar la diferencia de tamaño entre ambos países. Cierto es que no sabemos las cifras que se manejan entre los discos más vendidos en aquel país, aunque sí sabemos que “Blizzard of Ozz” está esta semana en el puesto 192 de la lista de Billboard 200, bastante por debajo de recopilatorios de grupos como Lynyrd Skynyrd, Foo Fighters, Aerosmith o Journey por ejemplo (no obstante pongamos en cuarentena dicha posición, puesto que parece que contabiliza las ventas de la reedición de hace unos años). Tampoco sabemos las cifras que ambas reediciones habrán alcanzado en nuestro país, por lo que no podemos hacer una comparación directa.
Pero volviendo al tema, hay algo que me deja con la mosca detrás de la oreja. Admitiendo que mi discurso es más bien una elucubración que una teoría con una fundamentación robusta, me pregunto por qué España figura -de nuevo- entre los cinco países que mayores infracciones contra la propiedad intelectual cometen, como se ha difundido a finales de la semana pasada. No digo que España no se merezca estar en ese cuadro del dudoso honor, pero qué casualidad que Estados Unidos, país que realiza dicha clasificación, ni siquiera aparece, aunque sí su vecino del norte Canadá, uno de los países más ricos del mundo y también -supuestamente- de los más “civilizados”.
No sé, probablemente esté meando fuera del tiesto pero todo esto me da que pensar. Que Estados Unidos pretende seguir imponiendo su hegemonía cultural me parece claro; que el problema de la piratería preocupa a su Senado en tanto en cuanto perjudique a SU industria del entretenimiento también lo veo. Lo que no veo tan claro es si al final esto no es más que una maniobra para colarnos otro nuevo formato más barato de producir y seguir cobrándolo a precio de vellón. No hay más que ver los precios por canción de las tiendas digitales. Y no olvidemos que, en este caso de los archivos digitales, productos intangibles, la distribución ni siquiera existe. De hecho no creo que podamos llamar ni siquiera “producto” a algo que no se puede ver ni tocar. Porque en definitiva estamos pagando por ceros y unos a precios que me parecen abusivos.
Supongo que la mayoría de artistas no son conscientes de esto, pero aunque no entren voluntariamente en la rueda, una vez más le están haciendo el juego al sistema. Supongo que también es difícil salirse de esta situación a no ser que seas una banda con el suficiente “poder” como AC/DC, que recientemente reiteraron que su catálago nunca se venderá digitalmente porque, con buen criterio, defienden que cada disco está concebido como una unidad. Aunque tristemente, como bien recordaba alguno de nuestros seguidores en Twitter al comentar la noticia, ya habrá alguien que lo digitalice por ellos. Sé que últimamente estoy muy pesimista con estos asuntos, pero no me digáis que me faltan razones para estarlo.