Quince años, parece mentira, hace desde que Los Coronas se nos presentaron con aquel primer LP lleno de surf instrumental en plena eclosión de lo que la gente que aún desconocía a titanes como Link Wray o a Dick Dale denominaba “música a lo Tarantino”.
Tras todo ese tiempo, con muchos discos a sus espaldas y una solera de ser la banda en mayúsculas del rock and roll instrumental por excelencia en medio de una competencia de vigoroso octanaje como Imperial Surfers, Los Malignos y un largo etcétera, se nos presentaban en una Sala Eventual llena hasta la bandera con un espectáculo que proporciona una vuelta de tuerca a la propuesta de los veteranos madrileños, “Dos Bandas y Un Destino”, que aúnan fuerzas con los vallisoletanos Arizona Baby, los cuales recientemente habían estado en la ciudad de Málaga presentando su segundo disco, “Second to None” dentro del programa de conciertos del colectivo Wild Winter.
La duda entre el público, dividido entre la parroquia rockista, obviamente más cercana a Los Coronas o Sex Museum, y al moderneo joven fan de Arizona Baby, era si el concierto iba a ser una combinación de los dos grupos o si cada uno iba a hacer su set independientemente. Ésta quedó despejada al salir al principio los pucelanos, con una puesta en escena que estribaba entre la estética de forajidos del Lejano Oeste de unos Grinderman –largas melenas, barbas, trajes negros- pero con el parco armazón acústico de unos Violent Femmes (semi-bateria, y guitarras sin apenas electricidad) y The Band, brillando su apuesta por lo que se dio hace tiempo por llamar “Americana” y sonidos de raíces, centrándose en baladas de country crepuscular y cuasi-folkies pero con voces más brillantes que arrastradas.
Tras un ligero set en solitario, los Arizona Baby se vieron arropados por Los Coronas, los cuales aportaron no solo lo cristalino de sus guitarras a la profundidad de sus composiciones sino también de un trompetista ucraniano de reciente incorporación y que dotaba de una atmósfera de spaghetti western al sonido de ambas bandas. Una vez pasado este momento que nos traía a la mente a los inmensos Calexico, Los Coronas, esta vez ataviados de rudos vaqueros se centraron en su repertorio, facturado a partes iguales de composiciones suyas, algunas antiguas surferas transmutadas ahora con los vientos en banda sonora de Ennio Morricone, y temas cercanos al tango o a los sonidos más castizos como el pasodoble.
Su set, muy dinámico y amenizado por las ocurrencias –y puya al sambenito tarantiniano- de un Fernando Pardo en estado de gracia, se centró en un repaso a la historia del R’n’R, que cuando no atacaba clásicos como “I Fought The Law” (Bobby Fuller), “Runaway” (Del Shannon) y algunos más inesperados como un “Too Drunk Too Fuck” de Dead Kennedys más reposado, incorporaba guiños a Elvis y la Creedence en mitad de una canción de Tony Joe White. Incluso la parte pretendidamente surfera que en un principio pudiera parecer “obvia” -ese “Wipe Out” o el “Misirlou” de Dick dale- fueron dotadas de frescura y originalidad gracias a las aportaciones de su genial batería Loza y del trompetista ucraniano.
Por último y tras interpretar el familiar “Flamenco” de Los Brincos, volvieron los vallisoletanos para acompañar a los de David Krahe en el fin de fiesta, esta vez más marcado por toques más garajeros como su versión del “Pushin’ Too Hard” de The Seeds y un sorprendente “Wish You Were Here” de Pink Floyd en clave country en el que el líder de Arizona Baby llevaba la voz cantante y que en breves va a ser plastificado en un vinilo de versiones compartido por estas dos grandes bandas.